viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz año nuevo

Este mensaje es para agradecer a todos los que se toman unos minutos para darse una vuelta por este blog. He tratado de actualizar seguido y esmerarme en los post (Así es, aunque no parezca ;)) y de menos este pequeño espacio se ha mantenido a flote. Gracias finos lectores por su tiempo.

Sin más; Feliz año nuevo a todos!! : D

(Sugerencias y quejas serán bien recibidas en los comentarios)

Osito Lennon - Supervisor General de este Blog
Vida MaCcavRa  - En pos de un futuro no tan pior ©

2010

Este año se acaba y afortunadamente me ha dejado muy buenos sabores de boca. Aquí una lista no de lo mejor del año, si no, menos importante aún, lo mejor de MI año 2010 ¿Y qué y qué?.
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(No van en orden de importancia, si no de como me voy acordando)

El nuevo disco de My Chemical Romance, Danger Days: The True Lives of the Fabulous Killjoys.

Machete de Robert Rodriguez.

Las películas de The Social Network de David Fincher e Inception de Nollan.


La primera parte de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte.

La hermosa Precious en FES Acatlán con Dani y Mau :)

La banda Dionysos.

Las series Glee, Mad Men y XY.

Monty Python (Gracias Inés por presentármelos)

Carlos Flores y Armando Quitzaman, amigos que contacté por Facebook.

Facebook y Twitter, que aunque ya los tenía desde al año pasado este año me ayudaron mucho.

Literatura Dramática y Teatro en la Faultad de Filosofía y Letras de UNAM.

El grupo 1122, los amo a todos.

El primer disco solista de Brandon Flowers, Flamingo. Y el nuevo sencillo navideño de The Killers, Boots.

El nuevo disco de Gogol Bordello, Trans-Continental Hustle.

Las puestas en escena de Los Endebles, El Rumor del Incendio, Al Centro y Pa'Dentro, Sin Sangre, El Filósofo Declara y Un Transeunte Llamado Pecero.

El DVD de Inlgourious Basterds. 

Muna Zul. Los Atemperados en la Mega Ofrenda. Bailar en la Mega Ofrenda.

La obra de teatro y el Blog Copleros de la Vida de Daniel Camargo.

Saw 7, aunque no era necesario sacarla en 3D.

McGregor en I love you Phillip Morris.

Tideland. A Serious Man de los hermanos Cohen.

V for Vendetta, que por fin vi.

Toy Story 3 y The Hurt Locker que por fin se estrenó en México.

Nowhereboy, la peli de John Lennon.


La canción Starstruck de Robbie Williams.

Cinengaños y Farándula 40.

La serie de La línea de la Belleza que pasaron por el 22. Y también por el 22, El cumpleaños de mi perro Zerofilia, La Noche de los Santos Inocentes y XXY.

Night Train de Keane.

Fundamental, Pandemonium, Very, Cubism... en fin: The Pet Shop Boys.


Dolores o la Felicidad de David Olguin, El Jinete de la Divina Providencia de Oscar Liera y El Reloj y La Cuna de Sergio Magaña.

The Wall de Pink Floyd, Noviembre de Achero Mañas y Children of Men de Cuarón.

Tron y Tron Legacy de Disney.


Y hasta aquí un excelente año :)

domingo, 26 de diciembre de 2010

Publicidad

Mientras el hombre duerme en el sillón, a las dos de la mañana de un día cualquiera, la televisión sigue prendida. Latas de cerveza en el sillón, un anunció en la televisión.

"Si su marido no puede ver lo bella que es, sáquele los ojos"
"La cirugía plástica es la solución, solo tienes que hacer una llamada"
"Tallas grandes y no tanto, para la mujer como tú"

Nada de ruido en la calle, extraño. El hombre ronca ligeramente. La noche o madrugada de un día cualquiera. La televisión encendida.

"Lo mejor en línea de belleza...
"La línea de la belleza...
"Lo que usted necesita....
"No lo piense más, sólo una llamada....
"Visítenos, estamos cerca de usted, siempre cerca de usted...
"La línea de la belleza"

Imágenes de mujeres de plástico inundan la pantalla.

"No pagues una fortuna, hazlo tú misma, hilo y aguja de cirugía facial.
Con esta crema literalmente tu piel se volverá de porcelana.
Las manos más delicadas con el adelgazador de dedos."

Proposiciones irreales. Sueños hechos realidad. Cultura "pop".La mejor arma contra el tiempo.

Trabajo del artista Eduardo Paolozzi


viernes, 24 de diciembre de 2010

Xmas

Hoy pelo manzanas; en la noche es la cena de Navidad y yo pelo manzanas. Mi mamá se queja de lo complicado que es todo y de que ella siempre tiene que organizar para que se hagan las cosas. Yo prefiero quedarme callada y seguir jugando con el pelador pero como la insistencia de mi mamá para conseguir replica es mucha hago una pregunta sólo para confirmar, ¿Y quién viene?, mi mamá se me queda viendo con cara de "Nunca te enteras de nada ¿verdad?". Pues ya sabes, los de siempre, tu tío Antonio (alcohólico), el tío Sergio (mantenido), tu tía Sarita (quedada), tu tío Jorge y un amigo (closetero), tu tía Lucero y su esposo (pervertido) y el primo Andrés que viene con unos amigos... (Querido Santa, esto no significa que tenga una mala imagen de mi familia ni nada y que no merezca muchos regalos, pero a mi me enseñaron a ser honesta), ¿Andrés y unos amigos? Si viene Paco seguro que la noche vale la pena. ¿Ya terminaste la ensalada?, pregunta mi mamá cuando salgo corriendo a mi cuarto para arreglarme.
Dos horas después ya estoy perfumada y todo y espero paciente en la sala a que lleguen los invitados y Paco. En realidad solo espero a Paco, pero me gusta ser cortes. Los primeros en llegar son tío Sergio y tío Jorge con su amigo, vienen casi de la mano así que nadie hace preguntas. Luego llegan tía Sarita, tía Lucero y su esposo, a quien evito saludar para que no me meta mano con el abrazo. Cuando llega tío Antonio yo sólo puedo preguntarme dónde están Andrés y compañía. Ahora sirvo refrescos y paso la botana, tío Antonio ya mandó a tío Jorge por algo de tomar y de seguro no tarda en pedirme que ponga la música que él trajo. Mucha botana después tío Jorge y su amigo regresan con sonrisa en la cara, ¿y cómo no? si regresan junto con Andrés; Paco se ve muy bien. (Querido Santa, quiero ya sabes qué con Paco, y un novio para mamá).
Entre risitas y demás logro acercarme a Paco, es discreto y me da un abrazo. Para no hacer una lista larga y detallada de lo que pasó después porque me da un poco de pena, puede decir que sí, en efecto, llegamos al armario y nos besamos por quince minutos y sólo quince minutos para que nadie notara nuestra ausencia. Después de hacer los ritos debidos, ya estamos sentados todos a la mesa. Yo me río y todos creen que es de los aburridísimos chistes de tía Sara pero en realidad Paco me está agarrando la pierna por debajo de la mesa. Después de la cena (he de decir que me salto la cena por dos razones, aún no es navidad y, contar lo que pasó en la cena, que no es nada extracotidiano, sería sólo poner en ridículo a mi familia) salimos a prender vengalas, nunca he sido muy cursi pero es noche buena, me veo fantástica bajo las luces navideñas y Paco hace juego.

Fue una linda noche, así es, es todo, sólo escribí para presumir que ya tengo novio. Miro el reloj de la muñeca de Paco que me abraza en el frío. Doce de la noche, ya es Navidad.

Felices Fiestas a todos

martes, 21 de diciembre de 2010

Cabeza de conejo

Un hombre con cabeza de conejo atraviesa una explanada concurrida. Se mueve entre la gente, pasa casi inadvertido. Llega a un pequeño lugar cerca de la entrada del metro, es medio día, hace calor. Lleva un bote en la mano, elige un lugar y voltea el bote para sentarse. Se sienta y sostiene, en las manos un letrero, (Si me muero hoy) sobre el bote otro (A nadie le importa). El hombre con cabeza de conejo espera, no dice nada, no se mueve. La gente camina y pasa a su alrededor, algunos lo miran con morbo, otros ni se dan cuenta. Una señora se acerca para dejar una moneda, el conejo niega con la cabeza, la señora no sabe que hacer y prefiere marcharse. Pasan las horas y el conejo sigue sentado: "Si me muero hoy" "A nadie le importa", no es el primero en decirlo ni será el último, no por eso deja de ser verdad.

El día oscurece. De la entrada cercana del metro sale corriendo un pequeño grupo de hombres y mujeres armados, vestidos de negro y con la cabeza cubierta. Se dirigen al conejo y comienzan a golpearlo mientras lo insultan. El conejo cae del bote sobre el que estuvo sentado casi toda la tarde y muere antes de que termine el día. Una vez que el grupo ha terminado con el conejo, forman un círculo alrededor y se sientan en el suelo mirando hacia afuera, se descubren la cabeza y sueltan las armas. Estos hombres y mujeres también traen letreros, todos iguales (¿Lo ves?), prenden veladoras para que puedan leerse en la oscuridad. Prenden también veladoras cerca de los letreros del conejo que está tirado en medio, no se puede ver la sangre, pero es innegable que está muerto. La gente camina y pasa a su alrededor, algunos los miran con morbo, otros ni se dan cuenta, nadie sabe que hacer. "Si me muero hoy" "A nadie le importa" "¿Lo ves?" "¿Lo ves?" "¿Lo ves?" "¿Lo ves?" "¿Lo ves?" "¿Lo ves?" "¿Lo ves?" "¿Lo ves?"

Pan con mermelada

Siento nauseas y me duele todo, hoy es día de trabajo y no quiero, me duele todo. Parezco canción de los ochenta, hoy no me puedo levantar, los excesos de la fiesta de anoche, las luces, el baile, mis amigas, el alcohol... tal vez sea mi imaginación pero es como si mi vida la hubieran empezado a escribir los hermanos Cano, hoy no me puedo levantar.
Busco entre mi ropa algo para hoy, discreto, cómodo, lindo, coqueto, en fin, nada especial. Nada me gusta, así que me pongo lo primero que encuentro. "Tratar de ser sencilla y correcta, eres una chica de sociedad, sabes que no me gustan las cosas que haces ni la gente a la que frecuentas", la voz de mi madre se repite en mi mente una y otra vez mientras busco zapatos que hagan juego, tomo los más cómodos para no volver a casa con los tobillos destrozados, un bolso amplio y aún sin ganas bajo por café.
Un poco de azúcar para endulzar el día, desayuno moderado para no engordar, no, mejor pan con mermelada y jugo, café con leche y cereal. "Noche de excesos y luego engordas", cállate mamá. "No hace falta que te lo diga, te ves fatal", antes de salir de la casa me miro en el espejo de la sala y sonrío, al menos una sonrisa el día a de hoy. No necesito ser una supermodelo, hoy no, sólo necesito ser yo misma.

jueves, 16 de diciembre de 2010

En la casita de pan

También el pan sabía a tierra, todo tenía sabor a tierra en esa vieja casa. Dejó el pan en la mesa y siguió leyendo el periódico. -Un ambiente patético -pensó. -Y yo tan joven. Un hombre joven, cuarenta y cinco años, muy joven. Se levantó de la mesa para quitar el café del fuego, tal vez esta vez y sólo esta vez el café no estaría quemado; no, quemado como siempre. La silla de madera crujía bajo el peso de su cuerpo, todo crujía en esa casa vieja. Terminó su pan y su café y abrió la puerta de la cocina, miró los maizales secos y estropeados, sin valor, la vieja granja de sus abuelos.
Solo y abandonado en la vieja casita de pan, el hombre sueña, abre los brazos y mira al cielo que ilumina las ruinas de maizales, cierra los ojos y sigue soñando. Cuando abre los ojos para llenarse de ese brillo es demasiado tarde, el cielo ha dejado de brillar y ahora las oscuras nubes se arremolinan sobre él. La puerta de madera de la entrada se azota con el viento. Ni siquiera el clima ayuda, qué patético.
Regresa a la casa que es incluso más fría que el exterior. Abre el casi inservible refrigerador y echa un vistazo dentro, un conejo le regresa la mirada. Cierra el refri y camina hacia la alacena, un conejo le regresa la mirada cuando abre la puertecilla de madera. Cierra la puertecilla y abre el tarro de galletas, hay un conejo dentro que le regresa la mirada. En la botella de leche, otro; en la cacerola, otro; en la canasta de los huevos, otro; otro sobre la repisa. Los conejos le devuelven la mirada cada que tienen oportunidad. Abuela, hay conejos en la cocina, dice mientras atraviesa el salón para subir las escaleras; la abuela que mira hacia la ventana ni siquiera se mueve ni reacciona, sentada en su mecedora de madera.
En una de las recámaras el abuelo mira, sentado en su silla de madera, por la ventana. Cuando entra a la habitación el abuelo no reacciona. Sólo vine a buscar un abrigo dice excusándose. Abre el armario y una ardilla le devuelve la mirada; en el baúl hay otra ardilla que lo mira fijamente cuando él se asoma; debajo de la cama hay otra; otra en cada cajón; otra detrás de las cortinas. Abuelo, aquí hay muchas ardillas, dice mientras sale de la habitación.

En medio de la nada, en la casita de pan, la granja de los abuelos, qué patético.

Pan, Dios griego protector de la naturaleza.
Pintura de Peter Paul Rubens

domingo, 12 de diciembre de 2010

Una coincidencia

Mientras los autos avanzan y el ruido aumenta, en el tren subterráneo un hombre lee tranquilamente el periódico. Nada interesante, sólo malas noticias, una forma de matar el tiempo. El tren llega a la siguiente estación, mucha gente baja, poca sube, entre la gente un hombre con una gabardina negra. Ruidos metálicos, y entre ellos una voz, el hombre de la gabardina camina y se sienta junto al del periódico. Hablan.

—¡Cómo te gusta perder el tiempo!
—Mi reloj dice que son 9:30.
—Son 9:32.
—Eres muy exagerado.
—Dirás lo que quieras, al menos sigo vivo.
—Yo también, mírame, tan vivo como tú, incluso más.

Las luces del túnel se distorsionan con la velocidad del tren. Ruidos metálicos.

—¿No sé cómo puedes leer eso? Son sólo mentiras.
—Trato de pasar desapercibido.
—¿Y funciona?
—Funcionaba, hasta que llegaste tú.

Nadie los mira, la gente absorta en sus pensamientos no se percata de nada. Personajes anónimos que atraviesan la ciudad. Un tren de hierro, ruidos metálicos.

—Es tarde.
—Exageras.
—Faltan 35 segundos, ¿preparado?
—Supongo que no hay opción.

Abre su maletín y guarda el periódico.
Las puertas se cierran y el tren sigue su marcha, entre los ruidos metálicos los hombres desaparecen en un parpadeo.
Dos segundos después de que los hombres han desaparecido el tren subterráneo descarrila. Los personajes anónimos mueren y se convierten en cifras del periódico del día siguiente. 70 muertos en accidente de tren subterráneo. Los hombres que desaparecieron no fueron los culpables del desastre, sólo tuvieron suerte de desaparecer a tiempo. Todo una coincidencia de tiempo y espacio.

Hoy lo decidí


La gente toma decisiones todos los días. Yo lo hago todo el tiempo y te aseguro que tú también.  Hoy, por ejemplo, estuve apunto de dar el paso, respiré profundamente y estaba dispuesta a hacerlo, llevaba toda la semana pensando en eso y esta mañana estuve a punto de dar el paso, un paso importante. Pero no, recordé que mi madre necesita que le compre sus medicinas, así que me quedé detrás de la línea amarilla, el metro pasó haciendo un fuerte ruido y mi cabello comenzó a bailar con el viento, hoy no me aventé a las vías del metro; una buena decisión.

Dicen que a veces uno debe dar un paso atrás, ceder un poco. Honestamente, yo no quería, no quería dar un paso atrás. "Es cuestión de ceder un poco", dijo una vocecilla en mi cabeza, "Vete a la mierda", dijo otra más fuerte. Es lindo levantar la cabeza y dar sólo pasos hacia adelante, no es soberbia ni nada, sólo es cuestión de querer. Hoy mientras subía la escalera del puente estuve a punto de dejarme llevar por el peso de la mochila, dar un paso hacia atrás y ceder un poco. Pero no, preferí seguir adelante. Llegué al final de la escalera y me encontré con Lucía, Hola Alfredo, me dijo y me dio un beso en la mejilla. Cruzamos juntos el puente. Hoy no cedí, no di un paso atrás y no me tiré por las escaleras.

Dibujos de Da Vinci

domingo, 5 de diciembre de 2010

Pesados libros

Las escaleras crujían bajo sus pies, podía sentir la oscuridad a su alrededor y veía, al final de la escalera, como una haz de luz salía de la puerta entreabierta. Llegó a la puerta y se detuvo, temeroso de lo que encontraría al otro lado, la perilla estaba fría como hielo, abrió la puerta con la mano temblorosa y la luz de la habitación cayó sobre su rostro cegándolo por un momento. Ella estaba recostada sobre el sofá leyendo un pesado libro, era hermosa, y de hecho, todo a su alrededor hacía juego; de las paredes brotaban rosas rosas que despedían un encantador olor, había pequeñas aves jugueteando por los libreros, en una de las mesas había platos llenos de jugosas frutas, pequeñas burbujas perfumadas acompañaban el aire, nada era saturado ni empalagoso, sólo bello. La habitación era capaz de capturar los pensamientos y convertirlos en imágenes que resultaban muy reales. Cuando él entró la habitación cambió de inmediato, las rosas se volvieron rojas, las uvas se volvieron vino y las avecillas se definieron en colibríes que revoloteaban por doquier. Dos mentes en la habitación. No había pensamiento que pasara inadvertido, estaban como desnudos uno frente al otro.
Él se acercó y cuando sus ojos se encontraron la habitación volvió a cambiar, las rosas moradas y colibríes pequeños gatitos, ella estaba sonrojada, él también. Se acercó aún más, gatitos en ardillas, aún más, ardillas en conejos, las rosas en rosas de cristal. Cuando estuvieron uno frente al otro él se arrodilló para quedar a su altura, tocó su mano y de la nada comenzó a sonar una suave música. Mientras bailaban todo a su alrededor bailaba con ellos, conejos en cachorros, en mirlos, en golondrinas; la luz era tenue, velas flotando a su alrededor. La música y el baile continuaban y él no se daba cuenta, las golondrinas en petirrojos, ella tomó una rosa de la mesa, las rosas de cristal en lirios, bailaban, y la rosa de su mano se transformó en una delgada navaja, los lirios en crisantemos. Cuando la navaja se hubo insertado en su pecho la música se detuvo, crisantemos y petirrojos, silencio. La habitación que no se detiene.
La sangre roja del pecho de aquel joven pronto se convirtió en tinta y su cuerpo en un libro grande y pesado, de pasta dura y letras doradas. Ella se inclinó sobre el escritorio y comenzó a escribir otra invitación, las rosas de cristal en rosas rosas, los petirrojos en avecillas que revoloteaban por los libreros llenos de libros; cuando terminó la carta acomodó el primer libro cuidadosamente junto con los otros y tomó el nuevo dispuesta sentarse a leer. Un avecilla tomó la invitación y salió por la ventana. Ella estaba recostada sobre el sofá leyendo un pesado libro, era hermosa, y de hecho, todo a su alrededor hacía juego.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Son automáticas

Había una vez un hombre que vivía en la Ciudad de México. Diario usaba el metro, se subía en Indios Verdes. Cuando el metro llegaba a la estación el hombre acostumbraba abrir las puertas del metro con brusquedad (a pesar de ser automáticas) y se subía con toda tranquilidad para ganar asiento. Como no era el único que lo hacía, no le incomodaba y no perdía la oportunidad de abrir las puertas del metro de manera brusca pero segura (a pesar de ser automáticas) con sus fuertes brazos.
Un día, el hombre tuvo un hijo. Era un niño hermoso y el padre estaba muy orgulloso. Ahora el hombre viajaba en metro con su hermoso niño en brazos, aún así, sus fuertes brazos le permitían cargar al bebé con un brazo y abrir las puertas (a pesar de ser automáticas) con el otro. Su vida transcurría normalmente.
Otro día, el hombre llegó a Indios Verdes con su hijo en brazos y como de costumbre, cuando el metro llegó a la estación, trato de abrir las puertas (a pesar de ser automáticas) con un brazo, pero atascadas, las puertas no cedían, descompuestas por las muchas veces que habían sido abiertas con brusquedad (a pesar de ser automáticas). Como el hombre era fuerte y perseverante, insistió en abrir las puertas. Estas cedieron, pero sólo un poco, el hombre entonces, generosamente para que entraran todos, se colocó en medio de las puertas para abrirlas por completo con un solo brazo. Las puertas (que eran automáticas), se cerraron con fuerza cercenando la cabeza del hermoso bebé. El hombre dentro del vagón con el cuerpo de su bebé en brazos gritó de dolor. Las puertas (que eran automáticas), estaban cerradas y manchadas de sangre. La gente en el andén horrorizada con la cabeza del bebé, lloraba y pedía auxilio. ¿Por qué?, gritaba el padre. ¡Por wey!, le contestó un hombre de aspecto miserable que se encontraba dentro del vagón. Los espíritus del metro se han vengado, pues las puertas que abres con tan burda obstinación, son automáticas y no necesitan de tu ayuda.

Moraleja: No abras las puertas del metro con brusquedad, son automáticas.


Foto de Oscararzola


Sólo un muchacho

Bishop
Personajes:

S: Hombre joven
K: Hombre maduro

Escena cualquiera:

Habitación bien arreglada, es de noche.

S: Lo dejaste morir.
K: Yo estaba en la habitación de a lado, limpiando mis piezas de ajedrez.
S: Lo escuchaste todo.
K: Casi no oí nada, ruidos difusos.
S: Lo dejaste solo, no hiciste nada.
K: No podía hacer nada. Yo estaba allí, tú no.
S: Eres un traidor.
K: Eres sólo un muchacho.
S: Soy un hombre.
K: Eres una mierda.
S: Antes no decías eso.
K: Sabes a lo que me refiero.

Pausa

S: ¿Por qué no hiciste nada?
K: No podía hacer nada. Yo estaba la habitación de a lado limpiando mis piezas de ajedrez.
S: Hablas como un libro.
K: Lo sé, como una novela. Mal escrita.

Pausa

S: ¿Y ahora que pasará?
K: Eres sólo un muchacho.
S: Antes no decías eso. (Se quita la camisa) ¿Te acuerdas ahora?
K: No eres más que un muchacho.
S: No decías eso cuando estaba en tu cama.
K: Yo no te metí. Eras sólo un muchacho pidiendo ayuda y yo extendí la mano.
S: Lo dejaste morir.
K: Eres sólo un muchacho.
S: ¿Sabes a qué he venido?
K: Si vienes a matarme no me opondré.
S: Lo sé.
K: (Le da la espalda) Yo estaba en la habitación de a lado, limpiando mis piezas de ajedrez.
S: Pero antes quiero pedirte algo.
K: ¿Qué? (Voltea)
S: Hazme el amor.
K: Sabes que no me opondré.
S: Como antes.
K: Si has venido a matarme, no me opondré.
S: ¿Por qué lo dejaste morir?
K: Eres sólo un muchacho.
S: Hazme el amor.
K: Un muchacho apuesto.
S: Como antes.
K: No lo entenderías.
S: (Lo besa mientras saca un arma, el beso es dulce y duradero)
K: Te amo.
S: Yo también te amo. (Dispara y rompe a llorar)

Oscuro

domingo, 28 de noviembre de 2010

Exacto

Caminando por el desierto me encuentro solo y frustrado. Me siento en la arena, miro hacía arriba y veo el sol brillando en lo alto. Hola, le digo, ¡Hola sol! No me responde, es callado. A mi lado pasa un alacrán, es lindo. ¿Qué haces aquí?, me pregunta y sigue caminando, se aleja repitiendo: ¿Qué haces aquí?, ¿qué haces aquí?, ¿qué haces aquí?, ¿qué haces aquí?... me levanto y sigo en dirección contraria al alacrán.
Miro mi reloj y las manecillas comienzan a avanzar desesperadamente hasta que da la media noche. Miro hacia arriba y el sol se ha ido, ahora la luna lo mira todo desde arriba. ¡Hola luna! Tampoco contesta. Enfrente de mi, salido de la tierra, un cactus me mira. ¡No hay tiempo!, ¡no hay tiempo!, ¡no hay tiempo!, ¡no hay tiempo!, ¡no hay tiempo!, ¡no hay tiempo! repite sin cesar mientras se marchita y vuelve al hoyo de donde salió. Sigo caminando.
Llego a un oasis, miro mi reflejo en el agua. ¡Hola reflejo!, Hola, me contesta. Hay un pececito en el agua, ¿A dónde?, me pregunta. No sé, le contesto, "¿A dónde?, ¿a dónde?, ¿a dónde?, ¿a dónde?, ¿a dónde?, sigue diciendo. Sigo caminando.
Me encuentro un coyote, es lindo. Sin fin, aúlla, sin fin, aúlla, sin fin, aúlla. Hola, le digo. Sin fin, aúlla. Sigo caminando. Desde el suelo una serpiente me mira. Hola, le digo. Hola, me responde. Sigue hablando: ¿Te acuerdas de mí?, me pregunta. Sí, ¿qué haces aquí?, le respondo. Vine por ti, me dice, ¿Sabes por qué?
No hay tiempo, le respondo. Exacto, dice con una sonrisa de serpiente. Acompáñame, me dice. ¿A dónde?, le respondo. A un lugar... Sin fin, completo. Exacto, me dice.

sábado, 27 de noviembre de 2010

¡Oh sorpresa!

Tomo mi portafolios para salir al trabajo y, oh sorpresa, la puerta no abre. Trato de salir por la puerta de la cocina y nada. Temiendo verme muy ridículo trato de salir por la ventana de la sala, pero está cerrada y se niega a abrir. ¡Claro!, las llaves están el mueblecito del pasillo. Inserto la lleve en la puerta y no gira. Estoy, extrañamente, encerrado en mi propia casa.

Mi teléfono no tiene señal, tampoco hay línea. Trato de romper una ventana con una silla y nada, la silla de madera se rompe. Parece una locura. Subo las escaleras para prender la computadora, mando un correo a la oficina y ya está; pues no, la compu no prende. Me asomo por la ventana y no hay nadie en la calle que me vea. En el mueble de mi cuarto, la pistola de mi abuelo, disparo contra la ventana, ¡me lleva!, no dispara, la reviso, está cargada, no dispara.

Los cristales no se rompen, las puertas no se abren, la pistola no dispara. Atrapado como un perro. Y en mi propia casa.

Después de pasarme horas impaciente frente a la ventana que ni se abre ni se rompe, me resigno, nadie pasa. Se está haciendo tarde y las luces no se prenden, las puertas siguen cerradas, hasta la del refri.
En la oscuridad de la sala, no entiendo lo que pasa. Parece... ¡un sueño! Toco mi brazo y me doy un fuerte pellizco, con un sobresalto aparezco en mi cama. ¡Uf!, todo fue un sueño.

Trato de levantarme de mi cama y, oh sorpresa, no puedo.

¿Dónde está?

En la mañana lo estuve buscando debajo de la cama. Reviso cajón por cajón. Voy a la alacena y reviso todos los frascos. En el refri, en el congelador. En la caja de música de mi abuela. Dentro de mis zapatos, en mis nuevas botas de piel. En mi colección de bolsos, en los bolsillo de mis pantalones. En el estuche de maquillaje. En la cajetilla de cigarros. Otra vez en la alacena, en todos los topers. En los orificios de las donas, en las cajas de cereal. En as rendijas de las puertas. En la tina, en la taza y en el botiquín del baño. En la bolsa de la aspiradora, en el bote de la basura. En la botella vacía de leche, en los cascarones de huevo, en los orificios del queso. En mi baúl. En las carpetas y folders, entre las hojas. En la lonchera, en el termo del café, en mi mochila del gimnasio. En el microondas, en la sandwichera. En las cajas de discos. Debajo de la alfombra, detrás de los cuadros. En el librero. Entre las sábanas, debajo de la almohada. En las chamarras y abrigos. En las botellas vacías de vino. En el diccionario, en la enciclopedia, busco en internet. En las cajas de clips, en las cajas de grapas. En los posticks. En mi diario. Busco, busco, busco. En el periódico de ayer, en el de hoy. En las botellas de refresco. En las bolsas del super. En los sombreros. En las cajas de chocolates, entre los pétalos de una rosa. En los cajoncitos de la máquina de coser. En los rincones. En mis medias, en el bote de la ropa sucia. En la lavadora, en la secadora. En el calentador de gas. En las estufa. Debajo del colchón. Busco, busco; busco y no encuentro a dónde carajos se ha dio todo este tiempo a tu lado.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Alfred? No, Alfredo

—And then?                                     — No sé gringo, no sé.

Estaban atrapados en medio de la nada. Encadenados espalda con espalda. Atrapados.

—Do you know where we are?         —No sé ni quién eres tú.
—I'm afraid.                                      —No te me achicopales gringo, todo
                                                             saldrá bien.


El sol en lo más alto, sentados en la arena. Atrapados.

—I think it's a desert.                         —¿Te acuerdas de algo?
—No, and you?                                   —Nop.
—Crap!                                                —Exacto.

Sin salida, encadenados, en el desierto. El sol en lo alto. Atrapados.

—What do you see?                            —Arena, el cielo azul, arena,
                                                                mis pies, arena.

—Anything else?                                 —Arena. ¿Tú qué ves?
—Sand, blue sky, my feet, sand.         —No somos tan diferentes
                                                                después de todo.
—Can you stand up?                           —No sé. ¿Quieres que lo
                                                                intentemos?


Trabajando en equipo logran ponerse de pie. Encadenados de los brazos, espalda con espalda, siguen en el desierto. Atrapados.

—What's your name?                          —Alfredo.
—Alfred?                                               —No, Alfredo.
—Where do we go now?                      —¿A dónde quieres ir?
—I don't even know.                            —¿Tú cómo te llamas?
—Phill.                                                   —Mucho gusto.

Comienzan a caminar, Alfredo por delante. Sudando, caminando en el desierto. Atrapados

—We're going nowhere, right?            —Pues es que parece que no
                                                                 hay a dónde ir.
—Dou you have a cellphone?              —Sí, en mi pantalón, pero pues
                                                                 no lo alcanzo.
—Ok, keep walking.                             —¿A dónde?
—Just keep walking.                            —Pues bueno.
—Wait, do you hear that?                    —Ha de ser el viento.
—I guess you're right.                          —Sip.

Caminando hacia la nada. En el desierto. Alfredo y Phill. Atrapados.

—I'm tired.                                            —Si nos agarra la noche nos
                                                                  vamos a congelar gringo,
                                                                  camínale.
—I said, I'm tired.                                 —Sí, ya te oí.
—Do you have some water?                 —Tenemos los brazos
                                                                   encadenados.
—Guess that means no.                         —You guess right.
—Raios!                                                  —¿Todavía no te acuerdas de
                                                                    nada?
—No, I can't remember, my mind feels like empty.      —Mi estómago
                                                                                         se siente vacío.
                                                                                         Me ruge la tripa.
—Do you want some taco?                    —Eso mero.

The sun is up. Walking nowhere. In the desert. Going nowhere. Trapped.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Una extraña figura

Su cuerpo se estremeció. La noche era fría, el viento azotaba y su capa ondeaba en la oscuridad. La noche fría, donde todo puede pasar.
Un ruido rompió la quietud, algo se movía tras él; sus dedos recorrieron la ballesta que colgaba de su cintura. Volteó rápidamente y miró con dificultad en la oscuridad. Nada, solo el vacío frente a él y el viento que hacía moverse las hojas de los árboles. Otro ruido, ahí había algo, aunque él no pudiera verlo estaba seguro de que había algo.
—Se que estás ahí —le dijo a la nada, y de la nada salieron unos ojos amarillos, un par de de ojos grandes y amarillos que le devolvían la mirada.
Detrás de los árboles pareció una silueta. La criatura salió de su escondite dejando al descubierto su cuerpo que se erguía alto, alto como un hombre, un hombre alto que vestía un traje negro, tan negro como la noche a su alrededor. Bajo sus mancuernillas de oro asomaban garras delgadas y afiladas. Dio un paso y sus alas como de murciélago, se extendieron con fuerza haciendo un ruido sordo.
El hombre tomó la ballesta y apuntó a la criatura que sonriente, dejaba entre ver sus colmillos.
—No te temo, ¿Qué quieres? —preguntó el hombre.
—Tú alma. —contestó con frialdad la criatura.
—Perdona, yo ya no tengo alma.
—Eso es lo que tú quieres creer.
La ballesta calló al césped. La noche, era fría.

martes, 16 de noviembre de 2010

Una extraña figura

Ok, este mini fragmento lo escribí cuando estaba en la secundaria, está muy extraño y aún así me hizo sonreír, nada más para que se den una idea de que mi mente ya estaba retorcida desde hace mucho. No me acordaba que existía, pero pues ahí va:

Su cuerpo, se estremeció bajo la fría noche, el viento azotaba sobre su cuerpo y su capa ondeaba en la oscuridad.
Escuchó el ruido de algo que se movía tras él y se volteó rápidamente. Miró con dificultad en la oscuridad la silueta que se movía tras los árboles y noto como una par de ojos, grandes y amarillos, le devolvían la mirada.
La criatura salió de su escondite, dejando al descubierto su extraña figura: un hombre alto y vestido de traje, de sus manos se asomaban filosas garras; dio un paso y sus alas como de murciélago se extendieron con fuerza, al sonreír dejo entre ver sus colmillos.
—¿Qué quieres? —preguntó el hombre.
—Tu alma — contestó con frialdad la criatura.


lunes, 15 de noviembre de 2010

¿Hay alguién ahí?

Es como flotar, cerrar los ojos y dejarse llevar. Otra vez la brisa fresca sobre mi rostro. Las luces, los sonidos de violencia, el humo... Salimos del edificio entre nubes de humo negro, mi pierna duele y sangra y él me lleva en sus brazos. Explosiones por doquier, el edificio se derrumba, la gente grita.
Me pone a salvo en un callejón. Hay disparos, la gente corre, se empuja, huye, se esconde. Me dice que todo estará bien y me abraza, mi pierna sigue sangrando. Yo confío en él, todo estará bien.
Lo soldados pasan corriendo cerca del callejón, tenemos suerte y no se fijan en nosotros. Más explosiones, parece que todo se derrumba, las ratas se arremolinan en el bote de basura que está cerca de nosotros. El bote se cae, esta vez no tenemos tanta suerte, un soldado se fija y entra en le callejón. La gente grita, hay humo por todas partes. Nos mira, su ceño se frunce, grita y nos amenaza con su arma. Él trata de defenderme, el soldado lo golpea en la boca con el mango de su rifle y sigue gritando. De mis ojos brotan lágrimas, la brisa fresca sobre mi rostro. Explosiones, la basura esparcida por el callejón. Él se levanta y trata de pelear con el soldado, el soldado cae, se resbala con la basura. Sonidos de ratas, explosiones, humo negro, la brisa fresca sobre mi rostro. Él patea el soldado en el estómago y le quita el rifle.
Sin más tomó el arma y como por arte de magia su mano dejó de temblar, ya no había miedo en sus ojos, sólo dolor. Un disparo, sólo un disparo más, nadie se da cuenta. Me toma en sus brazos y salimos corriendo. Una vida más ¿sólo una más? En sus brazos, es como flotar, cerrar los ojos y dejarse llevar.

No sé si quiero

En la oscuridad, estoy acostado, mi cama es calientita, no quiero levantarme. A tientas busco mis lentes, mi cuerpo no tiene fuerzas. Los encuentro y abro los ojos, no quiero levantarme. Me siento en la cama pero mi cuerpo no tiene fuerzas y vuelvo a caer en la almohada.
Con un movimiento, fuerzas salidas de quién sabe dónde, con un movimiento mis piernas logran al fin levantarme de la cama. Suena el despertador, qué molesto, no quería levantarme. Lo apago y abro las cortinas, la luz me ciega por un momento, ¿cómo es que puede ser tan tarde? Miro el reloj y me doy cuenta de que se me olvidó cambiar el despertador; hoy es lunes, no domingo.
Cruzo el pasillo descalzo y entro al baño. Me miro al espejo, me quito los lentes y me echo agua en la cara, me tallo los ojos y abro la regadera. El agua no está precisamente caliente, no como mi cama, pero no hay tiempo, es tarde. No quiero ir a trabajar. Me pongo un traje raído y desayuno lo primero que encuentro; cereal, o lo que queda en la caja, ya tampoco hay mucha leche, habrá que comprar más.
Me dirijo a la parada del bus, hay mucha gente, es tarde. Todavía no quiero ir a trabajar. Pasa un camión pero está muy lleno y no alcanzo a subirme, me subo al que sigue, no está menos lleno, voy colgado de una puerta. No quería levantarme. No quiero ir a trabajar.
Me bajo del camión y camino por la calle. Hay un gran anuncio de comida para gato, el gato es hermoso, elegante, delicado, sus ojos son tan... me doy cuenta, por eso no quiero ir al trabajo; no quiero verte. Tú eres como el gato, hermosa, elegante, delicada, perfecta. No quiero ir a trabajar.
Al llegar a la oficina te veo, perfecta, como siempre. No tenía ganas de verte, no quería venir. Me sonríes, no sé porque; me siento en mi escritorio, tú te me acercas sensual, perfecta, sonriente, como siempre. Te inclinas y mi mirada libra tu escote, tus ojos brillan. Ya les dije a mis papás que nos vamos a casar, me dices con esa sonrisa tuya. No quería venir a trabajar.

viernes, 12 de noviembre de 2010

El metro, cosa de todos los días. (3)

 
DIVISIÓN DEL NORTE

Hay un señor tirado en el andén, se ve medio borracho. Una señora habla con la pared, discute. Además de ellos dos, y yo por supuesto, el andén está vacío.
La señora se me queda viendo y yo, impaciente, ruego porque llegue el metro. Un sonido, un eructo del señor; otro sonido, los pasos de la señora, otro sonido, por fin, el metro.
La puerta queda justito enfrente de mí, y cuando se abre, me subo como rayo. Una chica se baja con el teléfono en la mano, afortunadamente no baja sola. Se cierran las puertas, y aliviado agradezco que no se haya subido la señora. Sustos en el metro, ya van siendo cosa de todos los días. La gente se me queda viendo porque todavía estoy un poquito agitado por el susto que me metieron la señora y el borracho. Sonrío y ahogo como que no pasa nada, ya no pasa nada. Nada, nada de nada; el metro se quedó parado. Respiro, no pasa nada, el metro ya sigue avanzando. En Zapata se sube un señor muy bien arreglado, con gorrita y bastón; me gusta su atuendo.
  
ZAPATA
Me subo  al metro y una señorita se tropieza con mi bastón y se me queda viendo con cara de "viejo menso", no fue mi culpa. Me quedo cerca de la puerta, un muchacho se me queda viendo, le sonrío, él sonríe también. Miro mi reloj y noto que voy quince minutos temprano, el tiempo suficiente para irme por un cafecito a Coyoacán. Una señora se para a lado de mí en la puerta, parece de mi edad, y obviamente baja a la otra, es muy bonita. La miro y ella sonríe también, le extiendo el brazo para ayudarla a bajar, ella se agarra fuerte. Sonrisas y café; cosas que deberían ser de todos los días

COYOACÁN

En Coyoacán se sube mucha gente, ya decía yo que era muy raro que viniera tan vacío, si esto no es cosa de todos los días. Unos viejitos apenas alcanzan a bajar entre el mar de gente que sube. Tengo cuidado para que la gente no aplaste los mapas y planos que tengo en la mano, me pasé toda la noche terminándolos. Un tipo de traje acerca peligrosamente su café a mis planos, intento moverme entre la gente pero mi mochila está atorada, ¡Diablos! Ni hablar, el metro es lo más rápido para llegar a la escuela. Aguanto los apretujones, ya casi llegamos a la siguiente. Llegamos y ¡Oh sorpresa!, nadie baja, ni sube.

VIVEROS

¡Ay, no! Nadie más baja, se cierran las puertas y yo sigo arriba, si de por sí iba tarde, y ahora me tengo que bajar hasta Quevedo. ¡Santas azucenas! Mi libro se me resbala de los dedos y cae al piso, un joven se apresura a recogerlo y lo salva de ser pisoteado. Gracias, me lo acomodo en la mano, ¿Bajas a la que sigue?, sí, me contesta con una sonrisa, es guapo. Agarro mi bolsa, mi libro, y me dispongo a salir con mi nuevo acompañante; el día mejora. Masas de gente, cosa de todos los días; encuentros como estos, no.

M. ANGEL DE QUEVEDO

Bajan, suben, bla bla bla, ya quiero llegar a Copilco. Una chica con un libro de quien sabe quien, me pisa al bajar. Auch.  Que hueva ir aquí parado con este calor de... ya quiero llegar. Avanzamos y a medio túnel ¡Se para! ¡Me lleva!, y justo una antes. Siempre se para en Quevedo, y para acabarla se apagan las luces. El sonido del "Ash" general, llena el vagón.
Uno, dos, tres, cuatro, ya cinco minutos aquí parado con las luces pagadas. Se prenden las lucecitas de los celulares, algunos siguen leyendo, otros revisan sus mensajes. Ya quiero llegar. Suena mi teléfono, un mensaje, "Wey, ya estás cerca?" ¡Ah! ¿por qué hoy?
Cuando todo parece perdido las luces se prenden, el metro sigue su curso. Al parecer sólo se detuvo para hacerme llegar quince minutos tarde. Tarde como siempre, cosa de todos los días. Ash, pinche metro.

COPILCO

Se abren las puertas y un chico sale disparado. Muchas personas bajan, casi nadie sube. Después de un viaje en el metro ya estoy cansado y apenas comienza el día. Me preparo para bajar. El metro sale del túnel. El sol de la mañana brilla. Otro día en la facultad, qué bonito, cosa de todos los días. Por fin llego. Universidad.

 UNIVERSIDAD

Es temprano. Subo las escaleras mientras busco el boleto del metro en mi bolso; lo saco junto con mi espejo para revisar mi maquillaje y mi peinado, perfectos. Entro en el metro, estoy lista para comenzar la jornada. Todos me peguntan que por qué trabajo tan lejos; a mi ya no se me hace tan lejos, cosa de toso los días, creo. El metro va llegando y la puerta queda justo enfrente de mí. Si agarro uigar me puedo ir leyendo hasta Indios Verdes. Subo y paso enfrente  de un joven bien parecido que va bajando. Sonrío, buen inicio del día.

El metro, cosa de todos los días. (1)
El metro, cosa de todos los días. (2)

Juntos, esperan

Ocho figuras en la oscuridad, juntas, esperando, una junto a la otra, esperando, siempre esperando. Reunidas por un objetivo común, acompañándose, la mirada fija en el horizonte, hace frío, pero todos esperan, juntos, esperan. Es tarde, comienzan a preguntarse si llegará, tratan de ser pacientes, esperan, esperan el camión. Las luces de las lámparas nocturnas parpadean. Juntos, bajo el puente, en el frío, bajo las luces parpadeantes, esperan.
Se miran entre sí, impacientes, algunos sonríen, otros voltean la mirada. Un chico saca un cigarro y pregunta, ¿Alguien tiene fuego?, un señor de bigote saca un encendedor y extiende el brazo. ¿Para dónde van ustedes, y si pedimos un taxi?, dice una mujer bajita, pues esperemos un poco más y si no viene, pedimos uno, dice una chica, debería llamarle a mi papá para que venga por mi, piensa para sí. Una pareja se abraza, hace frío. Un señor baja la caja que venía cargando, el camión no llega. Disculpa, ¿Sabe si todavía pasa el camión?, pregunta un chico de lentes, pues yo espero que sí, le contesta el hombre del bigote.
Siguen mirando al horizonte, esperando, no hay señales de movimiento. La chica, la mujer bajita, el chico de lentes, el del cigarro, el hombre del bigote, el de la caja, la pareja. Todos esperan, esperan impacientes, juntos esperan, en la noche, esperan la llegada del camión.
La chica saca su teléfono y comienza a marcarle a su papá, es tarde.
El hombre de la caja resuelve por parar un taxi que va pasando, la mujer bajita y la pareja se van con él.
El chico de lentes le pregunta a la chica si se puede ir con ella cuando llegue su papá, ella accede.
El chico del cigarro antes de irse le ofrece uno al hombre del bigote, quien lo acepta. Se mete las manos en las bolsas y comienza a caminar calle abajo, el hombre del bigote lo acompaña.
El coche del papá de la chica llega y ella sube junto con el chico de lentes.
Ya no esperan, ahora juntos se alejan, ya no esperan el camión, se alejan, juntos, siempre juntos.

La parada ahora vacía, en la noche, duerme silente. Solo un ruido penetra en la noche, el camión, retrasado, da vuelta en la esquina, pero ya no hay nadie. El camión sigue su curso.

martes, 9 de noviembre de 2010

¡Guaf guaf!

Iba yo corriendo por la calle, era una mañana muy bonita. Corriendo por la acera. El dulce olor que salía de la panadería, los brillantes colores en la florería, los sonidos de la tienda de música, todo se veía estupendo. En mis manos llevaba un gran paquete, una bolsa gigantesca. Todos volteaban a verme, y es que iba corriendo muy rápido.
Seguí corriendo cuando de pronto, vi a una dulce abuelita cruzando la calle con su diminuto perro por delante. Me detuve a tiempo para no golpearla, pero trastabille y caí. Mi paquete salió volando, la bolsa se abrió y todo su contenido se vacío en la acera. Ideas; mi paquete estaba lleno de ideas. Un extraño cortejo salió de la bolsa y comenzó a desfilar por la calle: soldados, soldaditos de juguete, elefantes, bailarinas, gatos, pajarillos de muchos colores, violinistas, mimos, unicornios, changuitos con sombrero; mis sueños, comenzaron a inundar la calle. El perro de la abuelita comenzó a ladrar como loco, ¡guaf guaf!, y el cortejo continuaba: autos de carreras, astronautas, vaqueros, vacas, sombreros con patas, nubes de azúcar. Rapidamente me acerque a la bolsa y de ella saqué una gran jaula de oro, una jaula gigante, la abrí y comencé a meter ahí todas las ideas que se habían salido de la jaula.  De mi bolsillo saqué un cordel para amarrar la bolsa. Como mi bolsa aún seguía lo suficientemente llena, sin más, seguí corriendo. La gente se detenía, asombrada, a ver todo lo que se había quedado en la jaula.
Al llegar a la esquina me detuve y voltee para ver la cara de la gente frente a la jaula, una sonrisa se me dibujo en la cara, todos parecían divertirse mucho con el pequeño espectáculo. Di la vuelta  y seguí corriendo sin atreverme a decirles la verdad, sin atreverme a decirles que la jaula, estaba vacía.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Escuchar

Con el paso de los años me he dado cuenta que nadie me escucha. Veo pasar los autos por la calle, le gente me rodea en el transporte público y aún así me siento tan solo. Llego por fin a casa donde mi familia me espera, pero ni ellos me oyen, no se porque, pero no me yen.

Cuando cae la noche y te escucho a mi lado, me pregunto, ¿Por qué de entre tantas personas, tú te detuviste a escuchar?, y justo a tiempo; porque estaba a punto de tomar voto de silencio para siempre.
Así que no me queda más, que agradecerte por escucharme. Escuchar.

Lover's embrace (El abrazo de los amantes)
De Rick Herold

En el silencio de la noche, con el paso de los años, el mundo se deteriora. Parece que a nadie le importa; la gente camina y camina, pero no avanza, y no se detiene. Tienen miedo, porque algunos dicen que detenerse es dejar de vivir, pero no es cierto. A veces lo único que nos hace falta para "mejorar" nuestra vida, es detenernos a escuchar.
Detente, cierra los ojos, y escucha.

lunes, 1 de noviembre de 2010

A veces

A veces me gusta despertar por las noches y encontrarte en tu escritorio escribiendo. Me siento, y me recargo en la almohada y hago como que te escucho. Vuelvo a dormir arrullada por tu voz. Sueño contigo; cielo azul, campos de flores.
Despierto por la mañana con los primeros rayos del sol. Escucho el agua en la ducha. Te escucho cantando. Sonrío. Me levanto y me cubro con tu camisa. Sirvo el cereal. Tú sales del baño con tu bata, y tu cabello mojado, ya rasurado y listo para comenzar el día. Te vas a trabajar y te despido con un beso.
Cuando cae la noche, regresas. Yo estoy ya en la cama. Entras al cuarto y me besas en la mejilla. Te quitas la corbata y te acuestas a mi lado. Yo cierro los ojos, me preparo para volver a abrirlos en la madrugada y encontrarte en el escritorio, escribiendo.
A veces me gusta pensar que la rutina no es tan mala si estoy a tu lado. A veces sonrío porque mi vida no es perfecta. A veces creo que me amo por amarte y te amo por amarme. A veces. A veces me quedo callada, porque a veces, una sonrisa es más que suficiente.

Dar vuelta a la página

El ensueño - Manuel Álvarez Bravo
































Cansado de esperar, he decidido dar vuelta a la página; ocupar mi energía en algo más productivo. Olvidarte y seguir viviendo.
Cansado de soñarte y verte donde no estás, he decidido dar la vuelta y seguir caminando.
Si vuelves no traigas flores, que el agua que para ellas guardaba ya la he dejado correr.
Si vuelves, no te molestes; no sé si cambiaré de parecer.

Me recuesto en la hierba y miro el cielo. Busco algo; no encuentro nada.
Mis pies descalzos y mi espalda desnuda, disfrutan el contacto con la hierba húmeda. El cielo me sonríe. La vida no es sencilla, pero hoy, no me preocupa.

Si vuelves y me encuentras sobre la hierba mirando el cielo, no hagas ruido.

sábado, 30 de octubre de 2010

No se si te ha pasado

No se si te ha pasado. Despertar en medio de la noche. Asustado. Comienzas a dar vueltas y vueltas en la cama sin poder reconciliar el sueño. Por fin lo logras, te vuelves a dormir; pero solo para volver a despertar más agitado aún.
No se si alguna vez te ha pasado. Abrir los ojos y encontrarte solo en medio de la noche. Alguna parte del cuerpo te duele sin razón alguna. Los ojos te arden. Sin saber que sucede te vuelves a quedar dormido.
Puede que alguna vez te haya pasado. Despertar en medio de la noche. Los ruidos se filtran por todos lados. Ladridos, sirenas, manecillas, agua que cae, música lejana, pasos, autos, grillos, la noche.
No se si en alguna ocasión te ha pasado. Soñar que no puedes hablar, que corres lento, que te caes, que te persiguen, que se te caen los dientes, que se te cierran los ojos, que se te tuercen los dedos, que las puertas se caen , que te disparan, que se te hace tarde, que te pierdes. Preocupaciones innecesarias. Extraño alivio al despertar.
Y es que la noche es mágica. 
A veces, si te esfuerzas, puedes oírlo a tu lado. Siempre está contigo. Cuando duermes él sigue despierto. Es tu  inconsciente subconsciente. Un dulce acompañante o el peor de los persecutores, según la ocasión lo amerite.

viernes, 29 de octubre de 2010

Butterfly

El viento chocaba violento contra su casco. Una oscura figura; chamarra y pantalones rojos de piel. Motociclista cruzando la carretera. Tarde soleada; un día perfecto.

La carretera estaba casi vacía, solo un hombre, alto y moreno, esperaba frente a una gasolinera abandonada. La motocicleta se detuvo frente a aquel hombre; antes de que el piloto pudiera bajar de ella, una explosión salida de la nada rompió el momentáneo silencio. En un suspiro aquel hombre moreno calló muerto frente a la motocicleta. Muerte, después, solo silencio y rayos de sol.

El piloto bajó por fin de la motocicleta y se quitó el casco. Su cabellera rizada, oscura y abundante, brillaba bajo el sol. Su ropa de piel enmarcaba su hermoso cuerpo femenino. Butterfly.
—Este debería haber sido un buen día. —Dijo ella.

Imagen de Lilleah Adora West 

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