lunes, 15 de abril de 2024

Como una moneda en el aire.

La ruta es bastante sencilla. Al salir de casa giras a la derecha, caminas saludando a los perritos de los vecinos y al llegar a las esquina nuevamente giras a la derecha, caminas como cinco calles y al llegar a la papelería das una última vuelta a la derecha. Por esa avenida pasa el transporte que te lleva al metro, la micro cruza por avenida Maravillas hasta llegar a la Central; es un viaje como de diez minutos. Te subes al metro Muzquiz dirección Buenavista y avanzas cuatro estaciones: Río de los remedios, Impulsora, Nezahualcóyotl y finalmente Villa de Aragón. Bajas y sales del lado derecho, sí, otra vez, y frente a ti encontrarás el Centro de Estudios Tecnológicos, Industrial y de Servicios no. 54 "Guadalupe Victoria", o CETIS 54, para gastar menos saliva. La ruta es bastante sencilla, el viaje será de unos treinta minutos a lo mucho. Y aún así al llegar a Muzquiz el ambiente se turba un poco. Hay un aire de misterio contenido en los ojos de una chica más o menos de tu edad que avanza por el andén y te mira fijamente, es un rostro familiar y aún así distinto. Lleva la mochila colgada al frente y sonríe, te sonríe, sí, a ti.  Al llegar lo suficientemente cerca, abre el cierre de la mochila y te hace un seña, puedes ver dentro un vestido, es gris casi plateado, con brillos, la tela es muy suave y el tamaño convenientemente compacto para viajar en una mochila sin llamar la atención. La chica te sonríe, sí, a ti, te mira y hace una mueca, es entonces que descubres su collar, también plateado, con una letras S, ese de Sandra... de Sandy. En los ojos de Sandy, además de misterio hay un aire de complicidad y dentro de la mochila, debajo del vestido, también hay una blusa verde y una falda convenientemente de tu talla. 

Desde Muzquiz hasta Villa de Aragón, hay solamente cuatro estaciones. En la dirección contraria, hacia Plaza Aragón, también hay cuatro estaciones, pero los destinos son muy distintos. Por un lado están los ojitos de cansancio del profe de algebra que sea pasea como un sapo frente a la clase, y por otro lado los mojitos que venden a un lado de la plaza. La semana pasada mientras comían, tu papá dijo que salir a la calle es como lanzar una moneda al aire, seguramente él se refería a una situación diferente, pero mientras te pierdes en los ojos de Sandy recuerdas sus palabras y piensas que sí, salir a la calle sí es como lanzar una moneda al aire. Tomas la mano de tu amiga y corres por el andén para llegar al primer vagón, sientes cómo el corazón te da saltos en el pecho mientras te aguantas la risa y cambias el color guinda de tu uniforme por un verde, tu color favorito. 

viernes, 5 de abril de 2024

Soldaditos y ratones.

Dicen que cuando te subes al escenario tus sentidos se transforman. Desde pequeña Lucy siempre quiso ser bailarina, se imaginaba en los grandes escenarios dando vueltas en un tutú abombado, o parada de puntitas sobre la cima del mundo. 

Esta noche estrena El cascanueces y aunque se ha preparado por mucho tiempo, Lucy está nerviosa. Repasa su maquillaje frente al espejo, cierra los ojos y con la imaginación recorre el escenario, deteniéndose en cada secuencia, en cada paso. En los altavoces del camerino se anuncia la primera llamada. Lucy revisa su vestuario mientras un grupo de ratones cruza el pasillo entre risas y aplausos. Detrás de ellos, los sodados ya en actitud militar se dirigen al escenario. Lucy guarda sus nervios en una pequeña caja de madera y sale del camerino. La orquesta toma sus posiciones y entre aplausos se abre el telón; las bailarinas toman aire y cruzan a través del espejo. La música es tan dulce que parece que podrían bailar por siempre. 

Es una mañana fría de invierno y la nieve repiquetea sobre la ventana, acompañando la música que suena en la habitación. Ana cepilla su cabello frente al espejo antes de ir a la escuela. Cuando escucha la voz de su mamá al final del pasillo, toma sus cosas y sale olvidando por completo la cajita musical, donde una bailarina de tutú abombado, rodeada de soldaditos rojos, gira y gira de puntitas sobre la cima del mundo.

lunes, 9 de septiembre de 2019

Epístola a un corazón descosido


Una piedra, y depués dos.
El caminito de tierra todo entero se desdice ante mis pies que agarran la carrera como pueden.
Llego hasta el río y ahí me quedo mirando el agua.
Sumerjo un poquito los pies y me quedo sentado en la orilla.
Acaricio la corriente con la mano y me pregunto hasta dónde llegará.
Me vuelvo viento en un suspiro y me pierdo con el río en la distancia.
El sol que cae me abraza al tocar el agua.
Me vuelvo luz y continúo mi carrera por el cielo.
Saludo a las aves que cantan en sus idiomas misteriosos.
Por un breve momento entiendo algunas palabras y de las demás ya ni me acuerdo.
Me vuelvo olvido.
Me vuelvo olvido y caigo en la oscuridad. Agarro la carrera como puedo.
Me vuelvo sombra y el sol me regresa al camino.
Me vuelvo tierra y ahí me quedo, un rato largo, creo. 
Me vuelvo flor. Hoja, pétalo. Recuerdo.
Me marchito y me vuelvo historia. Palabra.
Me vuelvo tiempo y agarro la carrera como puedo.
Me vuelvo latido y tambor. Pulso. Canción.
Me vuelvo baile y madera.
Me vuelvo barco y regreso al mar.
Me vuelvo lluvia y me acuerdo de ti.
Me vuelvo tormenta y calma, rayo y amanecer.
Me vuelvo sal.
Llego a la orilla y me quedo pegado en una piedra.
Me vuelvo arena. Un montón de arena. Me pierdo en mí mismo.
Me vuelvo duda. Y ahí me quedo, un rato largo, creo.
Me vuelvo nada y agarro la carrera como puedo.
Me vuelvo silencio y pausa. Me vuelvo misterio y magia.
Me vuelvo fuego y vuelvo a bailar otra vez.


lunes, 12 de marzo de 2018

El día de hoy


Un rostro es un mundo; y todo lo que en él se encuentra es el rastro de una historia. Un gesto, una arruga, una cicatriz, una lágrima que recorre de un continente a otro. En nuestro andar cotidiano nos cruzamos con cientos de rostros, cientos de historias esperando ser contadas, caminos esperando ser cruzados, puertas que ansían ser abiertas. Sin embargo muchas personas morirán sin que sus secretos o sus ideas sean enunciadas, morirán en el anonimato, en el frío de las aceras, en la soledad de los campos, o en el olvido de un hospital.

Dicen que los muertos nunca se van solos. Esto significa que cuando alguien muere, otra persona de su círculo cercano morirá también. No es un hecho científico, pero es común. Pensar en la muerte me entristece un poco. Pero sentir tristeza está bien porque así sabemos que estamos vivos. ¿Alguna vez has fantaseado con tu muerte? Sentir no es fácil. Y en general, vivir tampoco. Ésta es la historia de una vida. Y también de una muerte. Existen infinidad de historias, unas mejores que otras, sin duda. Y existen también infinidad de muertes. Unas mejores que otras, supongo. Ésta puede no ser una historia muy bonita o interesante, pero es la historia que decidí contar el día hoy...


domingo, 3 de septiembre de 2017

Si de mañana vienes.


Ana. María. Y Soledad.

     1. Si de mañana vienes.
Si vienes por la mañana, no traigas flores.
Si vienes al medio día, trae un jazmín.
No mires, niña, por la ventana, que se te enfría la nariz.
Si tienes romero, déjalo crecer.
No son dos luceros tus ojos verdes, niña, son dos hojas de laurel.
Ay, niñita yo te miro. Debajo de la luna yo te miro.
Que vienen ojitos de lucero a buscar agua al pozo debajo de mi ventana.
Debajo de mi ventana yo te quiero mirar, de madrugada.
Ay, yo te quiero, mirar de madrugada. Yo te quiero.
Y yo me muero si debajo de la luna no están ojitos de laurel.
Debajo de la luna.
Ay yo me muero si no te alcanzo, si no te alcanzo con mi mirada.
Yo me muero.
Mira que dejas mi alma tan seca sin tu miradita, ojitos de lucero.
Bajo la luna yo te espero. Yo te espero.

He esperado tanto tiempo al lado del río.
He esperado tanto tiempo que se acaba lo feliz.
Se me enfría la nariz y está mojada la falda.
Está mojada de tanta agua salada que llueve, que llueve del ojo al agua pasada.
Pregunta mi fortuna a dónde va a llegar.
Dijo, muerte sería su suerte.
Si a la fuente bajas, mi vida.
Toma cuidado del agua.
Que el reflejo que en ella tú miras, a las mujeres engaña.
Si vienes por la mañana/ Si a la fuente bajas mi vida.
No traigas flores.

María.- Un día decidimos salir de aquí. Tomar el tren. A donde sea. Salir.
Mi madre tomó una maleta grande y la llenó con todo lo que consideraba importante.
Yo no quise cargar nada. Dejé que todo se hundiera en el olvido. Tomé un abrigo. Un par de zapatos cómodos. Y salimos de casa. Avanzamos por la estación. Mi madre llora. Yo la tomo del brazo. Avanzamos torpemente con la gran maleta. En mi cabeza suena una canción que mi madre me cantaba para dormir. “Si a la fuente bajas mi vida, toma cuidado del agua…” Pero yo quiero viajar lo más ligera posible. Repito la frase una y otra vez, hasta que consigo dejarla botada en una de las bancas de la estación.  

Ana.- Cuando mi papá se enojaba con nosotras, no nos pegaba. Sólo se ponía muy serio sin  mirarnos a los ojos. Caminaba dando resoplidos e hinchando el pecho. Yo tenía miedo de que algún día el pecho le reventara de tanto rencor. No nos pegaba porque no le gustaba vernos llorar. Estaba en casa poco tiempo. Llegaba unas temporadas, pero dejaba la mente en otro lugar. Lejos de casa. En éste pueblo los hombres se van. Es así. Vivimos rodeadas de soledad. Resignadas. Te casas. Te llenas de hijos. Y luego tu marido se va. Como todos los demás. Como tu padre antes. Como tus hermanos. Los hombres sólo vuelven a ésta tierra cuando se les acerca la muerte. Cuando sus brazos no pueden cargar más palas ni piedras. Regresan a morir en las manos de las mujeres que un día les dieron la vida.  Pero estamos cansadas. Tan cansadas de cargar con la muerte. Así que partiremos en un tren hacía la vida. Buscando la vida.

María.- Suena el silbato. Un tren se acerca. Un pequeño grupo de mujeres se mueve inquieto.

Ana.- El tren se detiene. Se abre la puerta.

María.- Las mujeres se preparan para saltar dentro. Pero algo las detiene.

Ana.- De dentro del tren sale un grupo de hombres armados.

María.- Son soldados. Pero, ¿son de los nuestros? ¿Son nuestros hombres que vuelven de la guerra?

Ana.- Un soldado levanta el rifle y apunta a las mujeres.

María.- La muerte de la que intentamos escapar nos tiende la mano, los dos brazos.

Soledad.- Una mirada fija. Una leve sonrisa. Un beso.


    2. Recuerdos.
Lo cogí maduro, yo lo cogí, sentada entre palmas fue que lo vi,
cuando se caía yo le corrí, y antes que estrellara yo lo cogí.
Entre las guayabas yo te miré, cuando maduraron no te encontré.
Llena de tu ausencia me las comí, toda indigestada yo te sufrí.
Con las hojas verdes fue que cubrí, el recuerdo antiguo de tu querer.
Pero se secaron y ahora hay que ver, la melancolía que se hizo abrir.
La cogí madura, yo la cogí. Y ahora me la como y siento escurrir,
la miel que se endulza con el ayer, y que con el tiempo he de merecer.

Y miro pa’ riba, pa’ donde voy.
Y miro acá abajo acá donde estoy.
Y miro hacia atrás, hasta donde fui.
Y así me pregunto cuándo me perdí.

Me alcanzó la noche, yo me escondí. De los matorrales yo me abracé.
Pero estaba oscuro y no me fijé. Que eran cien espinas las que sentí.
Y salió la luna que me miró. Con mi piel rasgada y el guayabón.
Con su carcajada ella me sonrío. Y me dijo búscate otro rincón.

Y miro pa’ riba, pa’ donde voy.
Y miro acá abajo acá donde estoy.
Y miro hacia atrás, hacia donde fui.
Y así me pregunto cuándo me perdí. ¿Cuándo me perdí?
Y así yo te dejé, como una guayaba clavada en la pared.

Soledad.- Siempre fuiste mi orgullo. Caminar tomada de tu brazo fue el mayor gusto de mi vida. Sé que mi vida no ha terminado. Pero también sé que no volveré a ver momentos tan felices. Acepté lo que me tocó vivir de la mejor manera posible. Me enseñaron que ese era mi papel y lo cumplí con gusto. No me avergüenza decir que me casé joven. Tuve tres hijos maravillosos a los que amo, y que a su manera también me amaron. Me enamoré de un hombre que se volvió soldado porque al él le enseñaron que eso era la vida. Y se fue de mi lado buscando, la vida. Así nos enseñaron, y cumplimos bien nuestro papel. Me quedé esperándolo. Me dijeron que tenía el derecho de cerrar sus ojos cuando llegara el momento. Y que podría descansar a su lado, de una vez y para siempre. Vi crecer a mis hijos mientras esperaba. Uno de ellos se fue también. A buscar la vida. Se fue y lloré por él, un tiempo. No tanto porque me doliera, sino porque me dijeron que así tenía que ser. Lloré y seguí esperando. Tengo piernas fuertes. Mis ojos son dos pozos infinitos. Y mis manos, añoran tus manos.  


    3. Diluvio.
Mariposa. Mariposa del diluvio.
Llévate tus alas dentro, para seguir lloviendo.
Llévate tus alas dentro, para seguir fluyendo.
Mariposa de agua. Mariposa del diluvio. De colores.
Llévame contigo, quiero ver la lluvia.
Llévame contigo, lejos, lejos.
Quiero ver tu país, y tus colores, y tu nariz.
Llévame tan lejos que yo sienta que ya no puedo más.

María.- Hay gritos. Corro con mi madre. Su maleta ha quedado tirada a mitad de la estación, y todas sus cosas, su vida entera, ha quedado regada por el suelo. Hay llanto y sangre. Los hombres corren tras nosotras.

Ana.- Estoy en el suelo. De mi vientre brota sangre. Como una fuente.

María.- Las puertas están cerradas. Estamos atrapadas. Siento el abrazo de mi madre.

Ana.- Otra mujer yace a mi lado. Toma mi mano y la aprieta fuerte. En otra vida, esto sería diferente. Tú y yo, en otra vida.

María.- Escucho una detonación. Un cuerpo cae detrás de mí. Otra detonación. Y otro cuerpo que cae.

Ana.- La mano se vuelve niebla y me suelta. Lanzo un último suspiro.

María.- Seguimos de pie. Abrazadas. Un soldado apunta hacia la puerta y hace volar el candado. Hay una pila de cuerpos tras él. Un grupo de hombres muertos. Y un río de sangre.

Ana.- En otra vida, esto sería diferente.

María.- El soldado nos sonríe y nos dice con sus ojos extraños que sigamos corriendo. Nos damos la vuelta y salimos por la puerta. Alcanzamos a escuchar una última detonación.


    4. Mata que crece y desvanece.
Dicen que te vas de aquí, dicen que te vas pa’l monte.
Ay, yo me quedo aquí esperando tu rebote.
Dicen que pa’ donde vas encontrarás otra vida.
Pero me dejas a mí, ay qué grande hipocresía.

Sobre el monte no deja de llover. Aguacero en mayo.
Pero hay sequía en mi jardín. Todo el año.

Dicen que te fuiste ya, dicen que te fuiste al monte.
Y yo estoy sentada aquí contemplando el horizonte.
Dicen que tú volverás uno que otro de estos días.
Pero ya pasé otro mes esperándote, mi vida.

Sobre el monte no deja de llover.
Pero hay sequía en mi jardín. Riégalo, papá.

Dicen que te fuiste ya, que no estás más en el monte.
Dicen que en caballo vas y agarraste ya pa’l norte.
Y yo siento que mi sangre cada día está más fría.
Ay Dios, mándame un doctor que me cure de ésta herida.

Sobre el monte no deja de llover. Gota a gota
Pero hay sequía en mi jardín. Y el corazón me explota.
Sobre el monte no deja de llover.
Pero hay sequía en mi jardín. Pero hay sequía en mi jardín.

Y es que hay quienes viajan en cuerpo.
Y hay quienes viajan en alma.
Tú te vas dando vueltas por el mundo y yo te acompaño desde mi cama.
¿A dónde vas? Llévame contigo. Hazme un cachito en tu corazón.
Espérame tantito. No, porque tengo prisa. Por eso no me da risa.


martes, 24 de enero de 2017

Es sólo curiosidad.

A veces tengo la sensación de que no me lo dices todo. De que te me muestras incompleta.
Y con esto no quiero decir que no puedas tener secretos, o que tengas que ser siempre transparente para mí. Pero es cansado. Es que no me dices las cosas y luego te enojas. Te enojas porque dices que no sé qué te pasa. Sabes que no soy muy listo. Nunca se me ha dado eso de... intuir, de... saber con el corazón. Sí, estoy leyendo el libro que me regalaste. Te dije que uno de mis propósitos del año es leer más. Para entender un poco mejor el mundo, o al menos para no quedarme callado cuando salimos con tus amigas. No me estoy quejando. Otro de mis propósitos es el de ser más claro con las cosas que digo y hago. Poner en práctica eso de que ideas positivas atraen acontecimientos positivos. Ya te enojaste, ¿verdad? ¿Ves lo que digo? Cuando era chico desarrollé una personalidad de chicle. Me alegraba por las cosas que le pasaban a los demás y me ponía triste por desgracias ajenas. Cambiaba de humor dependiendo de mi entorno, era como un chicle que se amolda al cuerpo de aquel desafortunado que se lo cruza por el camino. Me pegaba en todos lados, con todo el mundo. Hasta que se me acabó el sabor. Y luego me sequé y ya no me pude pegar con nadie. Sí, ya sé que no es una analogía buena ni bonita, el que lea más no quiere decir que de repente sea una persona elegante o elocuente, sólo quiere decir que ya no me aburro tanto como antes, y que puedo decir: Sí, sí lo leí, sí lo conozco. Aunque no me acuerde muy bien lo que decía o cómo era. Lo que intentaba decir con lo del chicle es que a veces me inunda una felicidad, pero una felicidad amorfa, que no me pertenece. Y otras veces me quedo como pensativo y triste y no sé por qué. Me gustaría saber si esas cosas que siento vienen de ti. Si mi chiclosidad ha regresado y estoy pegado a ti. No, de verdad no es una queja, es sólo curiosidad. Si no quieres contestar está bien. Pero luego no digas que no te pregunté.

martes, 28 de octubre de 2014

De las noches sin sueño o El increíble amanecer de El hombre araña.

Monólogo para Erendira Luna.

I. Despedida.
En el cuarto sombras borrosas. Es el televisor en medio de la noche que todo lo invade y que se convierte en el centro de atención. La única fuente de luz. Esa pantalla luminosa a las tres de la mañana.
Frente a ella hay un hombre sentado con la camisa abierta y la baba escurriéndole por la mejilla. Yo lo miro desde la puerta mientras escucho esas risas del televisor. Es decir, no es que el televisor se ría de mí, me refiero a que están pasando uno de esos programas de concursos donde hay risas al por mayor. Risas grabadas. Risas falsas que por un momento son más reales que cualquier cosa en esa habitación.
Quiero mirarte a la cara y decirte que no me importas nada. Que me das igual, que ya me voy. Quiero quitarme estos putos zapatos que me aferran a este departamento de mierda. Quiero decir groserías para evadirme un poquito más. Buenas noches y buena muerte.
Quiero por sólo un día decir la verdad.
Pero no importa que yo quiera muchas cosas. La verdad no importa.
Hoy no es ese día anhelado en el que las cosas cambiarán mágicamente.
Me paro en el marco de la puerta porque son las 3:05 a.m. y vine a apagarte la tele como siempre. Como siempre. Pero hoy llegué 5 minutos temprano. Vuelvo a la cama y me duermo a las 3:15 a.m. Hoy llegué temprano y no quiero apagar la tele para no estar en la cama 10 minutos pensando en tonterías.
No quiero pensar tanto.
Cruzo el cuarto y apago la tele. Silencio.
Te odio, y no puedo vivir sin ti.
Me enfermas, y me estoy acostumbrando a eso.
Eres tan ridículo con tus calzones del hombre araña como si tuvieras 12 años.
No dejo de pensar en ti. En lo horrible que eres, y aún así en ti.
Te dedico como siempre mis noches sin sueño. Sin esperanza.
3:15 a.m.



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