Dicen que cuando te subes al escenario tus sentidos se transforman. Desde pequeña Lucy siempre quiso ser bailarina, se imaginaba en los grandes escenarios dando vueltas en un tutú abombado, o parada de puntitas sobre la cima del mundo.
Esta noche estrena El cascanueces y aunque se ha preparado por mucho tiempo, Lucy está nerviosa. Repasa su maquillaje frente al espejo, cierra los ojos y con la imaginación recorre el escenario, deteniéndose en cada secuencia, en cada paso. En los altavoces del camerino se anuncia la primera llamada. Lucy revisa su vestuario mientras un grupo de ratones cruza el pasillo entre risas y aplausos. Detrás de ellos, los sodados ya en actitud militar se dirigen al escenario. Lucy guarda sus nervios en una pequeña caja de madera y sale del camerino. La orquesta toma sus posiciones y entre aplausos se abre el telón; las bailarinas toman aire y cruzan a través del espejo. La música es tan dulce que parece que podrían bailar por siempre.
Es una mañana fría de invierno y la nieve repiquetea sobre la ventana, acompañando la música que suena en la habitación. Ana cepilla su cabello frente al espejo antes de ir a la escuela. Cuando escucha la voz de su mamá al final del pasillo, toma sus cosas y sale olvidando por completo la cajita musical, donde una bailarina de tutú abombado, rodeada de soldaditos rojos, gira y gira de puntitas sobre la cima del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Y/O deja un comentario:
¿Tú qué opinas?