viernes, 12 de noviembre de 2010

El metro, cosa de todos los días. (3)

 
DIVISIÓN DEL NORTE

Hay un señor tirado en el andén, se ve medio borracho. Una señora habla con la pared, discute. Además de ellos dos, y yo por supuesto, el andén está vacío.
La señora se me queda viendo y yo, impaciente, ruego porque llegue el metro. Un sonido, un eructo del señor; otro sonido, los pasos de la señora, otro sonido, por fin, el metro.
La puerta queda justito enfrente de mí, y cuando se abre, me subo como rayo. Una chica se baja con el teléfono en la mano, afortunadamente no baja sola. Se cierran las puertas, y aliviado agradezco que no se haya subido la señora. Sustos en el metro, ya van siendo cosa de todos los días. La gente se me queda viendo porque todavía estoy un poquito agitado por el susto que me metieron la señora y el borracho. Sonrío y ahogo como que no pasa nada, ya no pasa nada. Nada, nada de nada; el metro se quedó parado. Respiro, no pasa nada, el metro ya sigue avanzando. En Zapata se sube un señor muy bien arreglado, con gorrita y bastón; me gusta su atuendo.
  
ZAPATA
Me subo  al metro y una señorita se tropieza con mi bastón y se me queda viendo con cara de "viejo menso", no fue mi culpa. Me quedo cerca de la puerta, un muchacho se me queda viendo, le sonrío, él sonríe también. Miro mi reloj y noto que voy quince minutos temprano, el tiempo suficiente para irme por un cafecito a Coyoacán. Una señora se para a lado de mí en la puerta, parece de mi edad, y obviamente baja a la otra, es muy bonita. La miro y ella sonríe también, le extiendo el brazo para ayudarla a bajar, ella se agarra fuerte. Sonrisas y café; cosas que deberían ser de todos los días

COYOACÁN

En Coyoacán se sube mucha gente, ya decía yo que era muy raro que viniera tan vacío, si esto no es cosa de todos los días. Unos viejitos apenas alcanzan a bajar entre el mar de gente que sube. Tengo cuidado para que la gente no aplaste los mapas y planos que tengo en la mano, me pasé toda la noche terminándolos. Un tipo de traje acerca peligrosamente su café a mis planos, intento moverme entre la gente pero mi mochila está atorada, ¡Diablos! Ni hablar, el metro es lo más rápido para llegar a la escuela. Aguanto los apretujones, ya casi llegamos a la siguiente. Llegamos y ¡Oh sorpresa!, nadie baja, ni sube.

VIVEROS

¡Ay, no! Nadie más baja, se cierran las puertas y yo sigo arriba, si de por sí iba tarde, y ahora me tengo que bajar hasta Quevedo. ¡Santas azucenas! Mi libro se me resbala de los dedos y cae al piso, un joven se apresura a recogerlo y lo salva de ser pisoteado. Gracias, me lo acomodo en la mano, ¿Bajas a la que sigue?, sí, me contesta con una sonrisa, es guapo. Agarro mi bolsa, mi libro, y me dispongo a salir con mi nuevo acompañante; el día mejora. Masas de gente, cosa de todos los días; encuentros como estos, no.

M. ANGEL DE QUEVEDO

Bajan, suben, bla bla bla, ya quiero llegar a Copilco. Una chica con un libro de quien sabe quien, me pisa al bajar. Auch.  Que hueva ir aquí parado con este calor de... ya quiero llegar. Avanzamos y a medio túnel ¡Se para! ¡Me lleva!, y justo una antes. Siempre se para en Quevedo, y para acabarla se apagan las luces. El sonido del "Ash" general, llena el vagón.
Uno, dos, tres, cuatro, ya cinco minutos aquí parado con las luces pagadas. Se prenden las lucecitas de los celulares, algunos siguen leyendo, otros revisan sus mensajes. Ya quiero llegar. Suena mi teléfono, un mensaje, "Wey, ya estás cerca?" ¡Ah! ¿por qué hoy?
Cuando todo parece perdido las luces se prenden, el metro sigue su curso. Al parecer sólo se detuvo para hacerme llegar quince minutos tarde. Tarde como siempre, cosa de todos los días. Ash, pinche metro.

COPILCO

Se abren las puertas y un chico sale disparado. Muchas personas bajan, casi nadie sube. Después de un viaje en el metro ya estoy cansado y apenas comienza el día. Me preparo para bajar. El metro sale del túnel. El sol de la mañana brilla. Otro día en la facultad, qué bonito, cosa de todos los días. Por fin llego. Universidad.

 UNIVERSIDAD

Es temprano. Subo las escaleras mientras busco el boleto del metro en mi bolso; lo saco junto con mi espejo para revisar mi maquillaje y mi peinado, perfectos. Entro en el metro, estoy lista para comenzar la jornada. Todos me peguntan que por qué trabajo tan lejos; a mi ya no se me hace tan lejos, cosa de toso los días, creo. El metro va llegando y la puerta queda justo enfrente de mí. Si agarro uigar me puedo ir leyendo hasta Indios Verdes. Subo y paso enfrente  de un joven bien parecido que va bajando. Sonrío, buen inicio del día.

El metro, cosa de todos los días. (1)
El metro, cosa de todos los días. (2)

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