Mientras los autos avanzan y el ruido aumenta, en el tren subterráneo un hombre lee tranquilamente el periódico. Nada interesante, sólo malas noticias, una forma de matar el tiempo. El tren llega a la siguiente estación, mucha gente baja, poca sube, entre la gente un hombre con una gabardina negra. Ruidos metálicos, y entre ellos una voz, el hombre de la gabardina camina y se sienta junto al del periódico. Hablan.
—¡Cómo te gusta perder el tiempo!
—Mi reloj dice que son 9:30.
—Son 9:32.
—Eres muy exagerado.
—Dirás lo que quieras, al menos sigo vivo.
—Yo también, mírame, tan vivo como tú, incluso más.
Las luces del túnel se distorsionan con la velocidad del tren. Ruidos metálicos.
—¿No sé cómo puedes leer eso? Son sólo mentiras.
—Trato de pasar desapercibido.
—¿Y funciona?
—Funcionaba, hasta que llegaste tú.
Nadie los mira, la gente absorta en sus pensamientos no se percata de nada. Personajes anónimos que atraviesan la ciudad. Un tren de hierro, ruidos metálicos.
—Es tarde.
—Exageras.
—Faltan 35 segundos, ¿preparado?
—Supongo que no hay opción.
Abre su maletín y guarda el periódico.
Las puertas se cierran y el tren sigue su marcha, entre los ruidos metálicos los hombres desaparecen en un parpadeo.
Dos segundos después de que los hombres han desaparecido el tren subterráneo descarrila. Los personajes anónimos mueren y se convierten en cifras del periódico del día siguiente. 70 muertos en accidente de tren subterráneo. Los hombres que desaparecieron no fueron los culpables del desastre, sólo tuvieron suerte de desaparecer a tiempo. Todo una coincidencia de tiempo y espacio.
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