Me despierto sobresaltado. Por la ventana se cuela el sonido de la señora de los tamales pero no tengo dinero para bajar corriendo a alcanzarla. Me medio visto con lo primero que encuentro y salgo del departamento; bueno, yo lo llamo departamento, no crean que es por presumir ni nada, es nada más para no llamarlo "el cuartucho que está hasta arriba de la vecindad".
Salgo y me encuentro con la señora que vive justo abajo, Doña Estela, todavía es temprano pero ella ya salió a regar sus plantitas, ¡Buenas doña Estela!, ella solo sonríe; pobrecita, desde que le mataron a su hijo el año pasado ya no es la misma de antes. Cruzo el pasillo, paso por enfrente de los dos departamentos que siguen, enfrente de uno una botella con leche y un periódico enrollado, enfrente del otro un sobre con letras rojas grandotas, ÚLTIMO AVISO, que bonito contraste, ¡Buen día Pepe!, la segunda puerta se abre y yo paso haciendo como que no veo el sobre, ¡Buenas!. En el piso de abajo se oyen gritos, señal de que la vecindad ya va agarrando el ritmo; es la pareja que se avienta como cinco mentadas de madre antes de empezar el día, yo creo que con un simple -Hola- sería suficiente, él es obrero y ella, alcohólica. Paso discreto como todo buen vecino, haciéndome el de la vista gorda y llego el piso de abajo; es lo malo de vivir hasta arriba, siempre antes de salir uno se entera de la vida de todos los demás. En el piso de abajo suenan los huapangos que pone Don Beto, su vecina de a lado sale corriendo y se pone a gritarle a su puerta, ¡Apague la música viejo inconsciente, todavía es muy temprano!, trato de no reírme. Tomo las últimas escaleras antes de llegar al patio y empezar el día, Doña Sarita está sentada ya en su banquito, ¿Ya te vas Pepe?, ¡Sí Doña, a chambiarle!, la noto seria, como distante, sigo caminando, me dan escalofríos; abro la puerta y lo veo, enfrente de la vecindad esta el cuerpo del esposo de Doña Sarita, muerto ya, sin decir nada; en la esquina dos polis se comen un tamal, nadie hace nada, nadie ve nada.
Hoy cuando salí de la casa no sabía a dónde iba, pero salí muy decidido.
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