INDIOS VERDES
La mañana es muy fría cuando bajo del camión. Me muevo entre la gente. "Hoy no me pasa, ayer le puse dinero a mi tarjeta", me digo a mi misma. Cuando paso el torniquete y me dispongo a ir a la sección de mujeres la veo. Allí está. La mujer más odiosa, y si me ve seguro que tendré que saludarla; después de todo, es mi jefa. ¡Con la pena! Me desvió y me voy del lado de los hombres.
Con trabajo entro a empujones. Es temprano y en el metro ya hace mucho calor. El metro avanza y yo voy medio pegada a la puerta. No me preocupa; cosa de todos los días. Agarro mi bolso verde con fuerza, ya vamos a llegar a la siguiente estación.
DEPORTIVO 18 DE MARZO
Entre la multitud, espero. El metro se aproxima; tengo suerte y me toca la puerta enfrente. Cuando se abre, no entro, me meten. Choco con una señorita de bolso verde que iba cerca de la puerta, ¡Qué pena!. Milagrosamente cruzo y me estampo contra la otra puerta. No me explico cómo crucé toda la multitud. Ya que estamos todos adentro, las puertas se cierran.
Antes de llegar a la siguiente estación, a una señora se le tambalea su jugo y salpica sin querer al muchacho que venía dormido enfrente de ella, ¡Ja!, cosa de todos los días.
Me despierto de repente. Una señora me salpicó un poco de jugo en la cabeza. No me preocupa; cosa de todos los días. Miro por la ventanilla y veo que apenas vamos en potrero. Mucha gente sube y casi nadie baja. La puerta se cierra y también mis ojos. El metro avanza. Poco a poco me vuelvo a quedar otra vez dormido, lo último que alcanzo a escuchar es el "Ricas paletitas de cajeta coronado, de novedad..."
Ya llegamos a La Raza y todavía no he vendido ni una paleta. Si ya me decía la Chole que en la mañana casi no se vende. Hay harta gente y no me puedo bajar, ni modo, a la que sigue; no hay bronca, cosa de todos los días. El metro avanza. Pus ni pex, a seguirle.
—¡Ricas paletitas de cajeta coronado, de novedad!.
Entro corriendo a la estación y bajo las escaleras. El metro ya llegó. Una vendedora de paletas detiene la puerta y alcanzo a entrar; ¡Mi día de suerte!. Tal vez hoy no llegue tarde. La vendedora se cambia de vagón y no le alcanzo a dar las gracias; no creo que se moleste, cosa de todos los días.
¡Ay no!, la que sigue es Guerrero y de seguro que me tocan empujones. Pido permiso y me quito de la puerta. Me pongo en el pasillo a lado de una enfermera gordita. Me agarro del tubo y espero; ya merito llegamos.
Un tipo naco empuja y se pone a lado de mí antes de que lleguemos a Guerrero.
Es lo que me choca del metro, por eso siempre me paso al pasillo.
Las puertas se abren. Mucha gente sale, mucha gente entra; el calor aumenta.
No avanza. ¡Ash!, ya es cosa de todos los días. ¡Lo que una tiene que aguantar para llegar al trabajo!. Me echo aire con mi revista; inútil, el calor es agobiante.
Para acabarla, un gordito de lentes trae sus audífonos a todo lo que da.
Para acabarla, un gordito de lentes trae sus audífonos a todo lo que da.
Las puertas se cierran. Ruego por que no se siga parando.
Definitivamente esto de traerme los audífonos hace más corto el camino. Hace calor, pero no importa; vengo en mi mundo. Llegamos a Hidalgo y el metro se vuelve a quedar parado. Un motón de gente baja y otro sube. Se acaba la canción; un segundo de silencio. Me llega un olor; un tipo se viene drogando a lado y los audífonos no tapan el olor.
Empieza la siguiente canción, es prendida. Se cierran las puertas y avanzamos.
Empieza la siguiente canción, es prendida. Se cierran las puertas y avanzamos.
Me maravilla lo cerca que están Hidalgo y Juarez, un abrir y cerrar de ojos y ya llegamos. El olor perdura, ¡Que asco!, pero bueno, cosa de todos los días.
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