En el lago, un pato se pasea alegremente; en la tina, en la casa cerca del lago, un patito de hule flota alegremente.
Falta poco para que los copos de nieve pinten de blanco el paisaje; en la cocina, los copos de azúcar baña ya el plato de cereal.
Pequeños conejos juegan y se ocultan en las cepas de los árboles; en la alcoba, las pantuflas de conejo se ocultan bajo la cama.
Los rayos del sol se vuelven distantes; en la casa, una pequeña sonrisa se apaga.
La corteza de los árboles está gruesa y llena de arrugas; en la casa, las manos de un hombre maduro son tan rasposas como esa corteza.
El viento sopla con fuerza y hacer rechinar las ramas de los árboles; en el ático de la casa, la ventana abierta también rechina azotada por el viento.
Cae la noche, los ojos del búho lo observan todo; en la casa, nadie mira.
En el bosque, un venado que acaba de comer hojas en un moral camina entre los árboles con el hocico como manchado de sangre; en el ático, un hombre con la boca manchada de sangre oculta el cuerpo de una pequeña en el baúl.
¡Cuac!
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