Tal vez la casa más grande que he visto en toda mi vida, te lo juro, era enorme. Y tan elegante. El mayordomo, sí, tenían mayordomo, me preguntó que si quería algo de tomar; yo amablemente contesté que tomaría una limonada, y la Sra. Villanueva, que usaba unas joyas bellísimas dijo que tomaría un té helado, ¿te figuras? ¡Un té helado! Nos sentamos en el jardín a esperar nuestras bebidas, la Sra. Villanueva se movía con una delicadeza envidiable. Me preguntó que si me gustaba jugar al cricket, yo por supuesto contesté que sí, aunque aquí entre tú y yo, no se jugar. Le dije que mi marido y yo nos reuníamos todos los domingos con unos amigos de mi papá para jugar, sí, le dije que estaba casada, tal vez no debí mentir en eso.
La limonada estaba riquísima, tan fresca y tan elegante, todo es elegancia en esa casa. Por eso le dije a la Sra. Villanueva que estaba casada y que sabía jugar al cricket. Te aseguro que tú hubieras hecho lo mismo, aunque claro que tú no tendrías que haber mentido en lo del matrimonio. ¿Qué? ¿También juegas al cricket? ¡Quién lo hubiera imaginado! Tendrás que enseñarme un día de estos.
Después de las bebidas caminamos por el jardín, estaba lleno de hermosas flores. Me preguntó qué a que me dedicaba, yo le dije que era diseñadora de una revista importante, ella me preguntó que de cuál, yo le dije que trabajaba en la revista Mensonge, y que antes había trabajado en Pas Vrai. El sol era muy cálido, caminamos por horas.
En el jardín también había conejos blancos. Yo me puse un poco nerviosa porque nos miraban mientras caminábamos. Esos conejos me recordaban algo, pero no se qué. Después del paseo volvimos a la casa, era tarde y la Sra. Villanueva me ofreció quedarme en alguna de las múltiples habitaciones de la casa, que mañana me conseguiría un coche para que me llevara a casa. La habitación era lujosa y estaba muy bien alumbrada con candelabros, y lámparas en forma de rosa. La cama era tan suave.
Al día siguiente desayunamos wafles y leche de chocolate. Estaban deliciosos. Pero eso, te lo contaré después.
La mujer joven deja de hablar con la muñeca de trapo y la pone sobre el buró junto a la cama, se quita las pantuflas de conejo y se mete entre las sábanas blancas. La enfermera camina por el pasillo.
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