sábado, 31 de diciembre de 2011

Y un gran camino por delante.

Y mamá destruye la casa,
tratatatatatatatatatatatatatata, una y otra vez contra las paredes, vidrios por todos lados, Penny el perro sale corriendo de la casa para salvar su vida, los cuadros se caen y las figuras de porcelana explotan,
tratatatatatatatatatatatatatata, cada vez más rápido,
tratatatatatatatatatatatatatata, cada vez más fuerte,
tratatatatatatatatatatatatatata, cada vez, más cerca.
Nos miramos, ella ruge, a mí... se me resbala la mano y me mojo con la leche del cereal.

-Mandé, mamá.
-Nada.

Mamá sostiene el pincel con delicadeza y traza otra línea en el lienzo, yo, bueno, yo me dejo llevar por mi imaginación mientras me como el cereal. Creo que puse demasiado cereal colorido en el plato, ahora la leche está pintada de un morado extraño y los cerealitos deformes flotan como cuerpecillos a la deriva. Intento rescatarlos con la cuchara, no tengo corazón, ni estómago, para devorarlos en ese estado, ¡Penny!

-¿Ya terminaste?
-Sí, saldré en bicicleta.

Voy por la carretera, acelero, una explosión a mi derecha, acelero, tomo el arma y disparo una y otra vez porque mi vida depende de ello, explosión a mi izquierda, más disparos, la tierra se levanta como en un remolino, giro, derrapo, y... ¡Ay no! ¡Arbustos! Me caigo de la bicicleta y verifico que es verdad lo que afirman todos, en esta parque ya no hay tanto pasto como antes. Ahora estoy lleno de tierra y derrotado.

-¿Estás bien pequeño?
-Sí, señora, no se preocupe.

Subo a mi vehículo y continúo con mi viaje. A lo lejos se levanta una muralla, bajo de mi caballo y saco la espada, una criatura se interpone en el camino, escupe fuego y tiene ojos como de sapo, levanto la espada, estoy listo para la batalla...



miércoles, 28 de diciembre de 2011

Aún con los ojos cerrados...

Si tuvieras que pensar en la cosa más triste que te ha pasado en la vida, ¿pensarías en mí?

Aún sin cerrar los ojos. Aún con las manos temblando. Aún.

Cada vez tengo más miedo de mirar el espejo, porque ahí dentro está encerrado el hombre en el que no quiero convertirme. Cada vez tengo más miedo de mirarte a los ojos, porque en tus ojos está encerrado el hombre que alguna vez fui.
Miro hacia adelante y pienso en los lugares a los que no podré volver. El pasado sigue ahí, mirándome. Sigue ahí, brillante, incandescente.
A veces me cuesta trabajo mirar hacia atrás. Lo que he sido, lo que soy. A veces hay algo que me lo impide. A veces soy yo mismo. Algo que me detiene; me detengo. A veces. Y a veces, sólo necesito abrir los ojos.

Pero hoy no puedo. Aún con los ojos cerrados, me detengo, sin ir hacia adelante ni hacia atrás. Con los ojos cerrados espero en la oscuridad. Con miedo.
Una luz se filtra por entre las sombras. Toca la punta de mi zapato. La punta de mi corbata. Me cala en los ojos aún cerrados. Se apaga.

Me recuerdo caminando hacia tu puerta, con flores en la mano, pisando las hojas secas. En la esquina me detengo. ¿Sigues ahí esperándome o te has ido? Te has ido.

Un recuerdo en el bolsillo.

Sigo en la oscuridad, inmóvil, con los ojos cerrados. Te recuerdo, hermosa, aún con los ojos cerrados.
Te recuerdo en la tina, vestida de rojo. Me recuerdo frente a tu puerta con flores en la mano. Te recuerdo con los ojos cerrados.

Si tuvieras que pensar en la cosa más triste que te ha pasado en la vida, ¿pensarías en mí?

viernes, 23 de diciembre de 2011

No una cena de Navidad.

La cena ya casi está lista. La ventana abierta deja que el aire se cuela y me haga compañía. Espero.
Cuando llega Roberto con las bolsas de papel y una sonrisita en la cara, el aire sale para no hacer mal tercio. Cierro la ventana.

R. Pensé que no eras muy de cenas de navidad.
Yo. Son las 11:30PM, tengo hambre y no hay razón para no cenar juntos a la luz de las velas. No pienses que es una cena navideña; no pondré platos finos ni preparé nada especial, es sólo pasta para cenar.
R. Entonces está bien, supongo.

Saco el pan de las bolsas y el vino. Pasta, mantequilla, la luz de la velas, platos de plástico y su sonrisita.
Este no será un momento mágico de Navidad, porque no hay nada navideño aquí, sólo nosotros y al aire a nuestro alrededor. Un aire de ciudad, un aire de nosotros. Así, sin pensar en la Navidad, solos, en una noche más, podremos repetirlo en cualquier noche del año. Sin el pretexto de que sea Navidad, con el pretexto de nosotros. Te quiero a ti, no una cena de Navidad.

jueves, 15 de diciembre de 2011

En un suspiro

Y su cuerpo se agita estrepitosamente bajo las luces rojas y amarillas. Sus brazos sin ritmo, y su cabeza alocada. Su cabello es una llama negra en la pista de baile.

Respiro. Tomo un trago. Miro el reloj. Carraspeo. Regreso.

La música se vuelve eterna bajo sus tacones. Sus ojos se cierran y sus labios tararean mientras baila. Nadie la mira, sólo yo.

Respiro. Tomo otro trago. Miro el reloj. Miro la puerta. Carraspeo. Regreso.

Sus piernas, que ya no son tan largas, se tambalean, pero ella no cae. La música sigue. Entre la multitud ella sigue bailando. Baila, o hace algo que se le parece.

Respiro. Tomo otro trago. Miro el reloj. Miro la puerta. Carraspeo. Cierro los ojos. Regreso.

Tiene el aire de esas personas que no necesitan excusas ni pretextos. Parece que apenas respirara. Su cuerpo se agita, y su respiración también.

Respiro. Uno. Sirvo otro trago. Miro el reloj. Dos. Miro la puerta. Carraspeo. Cierro los ojos. Me voy. Tres. Ella cae. La música, continúa.

viernes, 25 de noviembre de 2011

¿Usted habla ayapaneco?

Manuel.- Si en 1996 me hubieran dicho que dentro de quince años Doña Conchita estaría viviendo con sus hijos en la capital, yo, quizá, no lo hubiera creído. Si hace quince años me hubieran dicho que la mueblería de Pedro iba a quebrar por falta de clientes, yo, quizá, no lo hubiera creído. Si hace quince años me hubieran dicho que alguien se iba a interesar en grabar mis palabras y que además iba a salir en el periódico, seguramente yo no le hubiera creído. Y sin embargo pasó. Hoy hace ya quince años que mi vida comenzó a cambiar bruscamente. Si hace quince años me hubieran dicho que el Ayapaneco, la lengua de mi abuela, se iba a dejar de hablar, yo no lo hubiera creído. Hoy quizá, no sé. Quince años. 1996.

Isidro.- Yo no soy un hombre de rencores, pero sí de principios, y los he tenido bien claros toda mi vida. Yo nací aquí, en Jalpa de Méndez, Tabasco, aquí crecí y aquí he vivido toda mi vida. Empecé a vivir en ésta que era la casa de mi papá hace ya como quince años, yo mismo fui con Pedro y le dije que me la amueblara para que quedara bonita, y luego me vine a vivir para acá, yo solo, de eso hace ya como 15 años.

Manuel.- Yo quizá, no habría aprendido español de no ser por una muchacha que vivía aquí cerca. Luego se fue a vivir al otro lado del pueblo. El punto es que aprendí español, como mucha gente, aunque la diferencia es que yo sí sigo aquí.

Isidro.- Rocío estuvo viviendo un tiempo aquí conmigo, un tiempo; pero no fue por ella que me cambié para acá. Ésta era la casa de mi papá y no quería que se quedara sola después de que él falleció.

Manuel.- Rocío vivió un tiempo conmigo, me enseñó muchas cosas, me aprendió otras tantas. Pero luego se empezó a juntar con el Isidro que es un cabezón.

Isidro.- La Rocío era muy letruda, pero también muy mañosa. Manuel y ella tuvieron sus que veres pero luego se pelearon, o eso me dijo ella, y me dijo también que si se podía venir a vivir aquí un tiempo. Yo pues le dije que sí.

Manuel.- Tengo que confesar que yo también estuve apunto de irme, de dejar aquí, de dejar mis raíces, de buscar cosas nuevas. Ya había juntado un dinero pero… hace quince años…

Isidro.- Ya después me enteré que Rocío no estaba peleada con Manuel, se estaba escondiendo de él.

Manuel.- Yo, quizá, hubiera abierto un negocio, viajado. No era que tuviera tanto dinero pero pues por algo se empieza. Aunque ese es el problema, el “tuviera”, o peor aún, el “tuve”.

Isidro.- Rosario era una muchacha que buscaba oportunidades y que se quería ir de aquí, era, ¿cómo se dice?

Manuel.- Oportunista, es la gente oportunista la que ha ido destruyendo este pueblo.

Isidro.- Manuel tenía un dinero, sí, todos lo sabíamos. La gente de aquí que junta dinero se va, yo no quería que Manuel se fuera, nosotros teníamos pues…

Manuel.- Una amistad de años que se fue al carajo porque Isidro se robó mi dinero.

Isidro.- Rocío se robó el dinero, pues, se vino a esconder a mi casa, y luego se fue para la capital.

Manuel.- Isidro me robó el dinero, se lo gastó en quién sabe qué y luego se fue a vivir al otro lado del pueblo.

Isidro.- Yo por supuesto me di cuenta de eso ya que Rocío se había ido, después de que Manuel me vino a reclamar. Yo le expliqué que yo no había sido pero no me creyó.

 Manuel.- Rocío después de enterarse de la traición de Isidro lo dejó y se fue para la capital. Pinche Isidro. Aunque en parte agradezco que me haya quitado el dinero. Me da gusto estar aquí.

Isidro.- Yo no quería que se fuera, pero tampoco era para robarle el dinero. En parte me dio gusto que Rocío se lo llevara.

Manuel e Isidro.- Aunque él por supuesto, no lo sabe.

Isidro.- Yo ya dije, hasta que él no venga a disculparse no le voy a volver a hablar. Yo no soy un hombre de rencores, pero sí de principios.

Manuel.- Yo, no sé. Quizá. Hace quince años.


Isidro.- Sí, ya le dije que sí hablo ayapaneco, pero ahora dígame usted a mí, güero, ¿por qué está tan interesado en Manuel y en mí?

Oscuro.


Anatomía masculina - Da Vinci.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Quiero que lo hagas (No quiero hacer el oso.)


(Un hombre entra al escenario vestido con una botarga de oso, toma unos globos y corre en círculos por el escenario.
Otro hombre entra al escenario y mira al oso.
)

Hombre: ¿Qué haces aquí?

(El oso se detiene y se quita la cabeza de oso.)
Oso: Te estoy esperando. Necesito hablar contigo. (El Hombre cruza el escenario para salir.) No te vayas, por favor. Espérame.

(El Hombre se detiene.)
Hombre: Creo que quedó claro que tú y yo ya no tenemos nada más qué decirnos.

Oso: Esa es tu opinión. Déjame explicarte. (El “oso” saca unos folletos del portafolio que está el fondo.) Necesito que me des una oportunidad. Por favor.

Hombre: ¿Para qué? El hecho es que a ti (El Hombre señala unas cajas también al fondo, que contienen tarritos de miel.) las cosas no te importan lo mismo…

Oso: ¿Lo mismo que a ti?

Hombre: Basta. No tengo por qué seguir discutiendo contigo. Dame permiso.

Oso: Está bien. Vete. (Tira al piso los folletos y señala las cajas de tarritos de miel.) Tíralo todo a la basura.

Hombre: No me culpes a mí.

Oso: (El Oso le extiende la cabeza de oso al Hombre.) Ponte en mi lugar. (El Hombre lo rechaza e intenta salir de escena.) Entiéndeme. Lo que me pides es… demasiado.

Hombre: ¿Demasiado? ¿Tú te has puesto en mi lugar? (El Hombre señala su saco y su corbata.) ¿Te puedes imaginar lo importante que es para mí?

Oso: No, seguramente no. Pero necesito que me entiendas.

Hombre: No hay nada que entender. Si no puedes hacerlo… (Toma la cabeza de oso del suelo y se dirige al bote de basura.)

Oso: Pídeme otra cosa. Cualquier otra cosa. Lo que sea.

Hombre: Ya sabes lo que quiero.

Oso: ¿Qué? ¿Qué es lo que quieres?

Hombre: (Le pone de nuevo la cabeza de oso.) Quiero que lo hagas.

Oso: Pues lo siento. Lo siento mucho.

Hombre: ¿Entonces no?

Oso: No. (Se quita la cabeza de oso.) Definitivamente. (Se quita el traje de oso.)

Hombre: Piénsalo bien. Hazlo por mí. Piensa en nosotros. (El Hombre señala el traje.) No lo tires tú a la basura. Por favor.

Ex-Oso: No. No puedo. Perdóname. Perdóname de verdad. Adiós.

(El Hombre que tenía puesta la botarga de oso sale. Los globos del principio explotan y las cajas con tarritos de miel se caen. Oscuro.)


viernes, 16 de septiembre de 2011

Fernando y Sonia.

Sonia está sentada ante una gran mesa. Al fondo hay estanterías con libros. Sonia sostiene frente así un pesado libro. En la portada del libro en letras grandes y doradas de lee: Otelo.

Fernando entra en la habitación y se dirige hacia Sonia. Cuando está a punto de hablarle Sonia levanta la mano y sobre su cabeza, colgado del techo, se ilumina un gran letrero que dice: Sala de lectura, Favor de guardar SILENCIO. Desde el fondo se escucha un fuerte "¡¡Shhht!!". Fernando, apenado, se sienta con mucho cuidado a un lado de Sonia y la mira.

Sonia cambia la página. Fernando abre su mochila de donde se caen dos canicas. Fernando se para rápidamente para recogerlas, desde el fondo se escucha otra vez el "¡¡Shhht!!", Fernando se congela en el acto. Sonia cambia la página. Las canicas ruedan hasta perderse al fondo de las estanterías. Fernando vuelve a su lugar, mira a Sonia. Sonia, camba la página.

Fernando saca un cuaderno y comienza a escribir, cambia de idea, se detiene, arranca la hoja, la hace bolita y lanza contra el bote de basura. Falla. Del fondo se escucha aún más fuerte el "¡¡Shhht!!" Fernando se levanta y de puntitas va a tirar la bolita de papel correctamente. Sonia cambia la página.

Fernando vuelve a su lugar y al sentarse comienza a sonar su teléfono, por toda la sala se escucha el "tonito" de funeral del celular de Fernando. Desde el fondo suena aún más fuerte el "¡¡Shhht!!". Fernando pone cara de susto. Sonia cierra el libro y mira a Fernando. Fernando saca su teléfono y lo apaga. Sonia y Fernando se miran.

Fernando mete su teléfono en la mochila y saca una flor, se la extiende a Sonia y sonríe. Sonia la toma y sonríe también. Fernando y Sonia se miran.

Una mujer de aspecto severo sale desde el fondo de las estanterías, está a punto de decir algo pero Sonia la interrumpe con un ligero "¡Shh!", toma a Fernando de la mano y salen.

Oscuro.


sábado, 23 de julio de 2011

R.

El mar es rojo. El agua roja corre. El cielo rojo brilla en una tarde enrojecida.
Y en la playa de arena roja, un hombre vestido de negro mira hacia el horizonte. El silencio, el movimiento del mar, la calma.

-Pienso en la nada, en lo posible y lo imposible (¿Quién decide qué es imposible?). No hay nadie a mí alrededor.

El mar se mueve aunque el viento no sople, porque aquí el viento y la mar son independientes. (¿Por qué?)

-Suspiro y no pasa nada. Suspiro y espero. La inmensidad.

Ese color rojo te baña y te llena, es voraz e incontenible. El color rojo que se extiende desde el mar hasta las  montañas es.

-El viento sopla en mi cara de manera inconstante, me recuerda dónde estoy. Aquí, ahora. (¿Por qué?)

Nada le preocupa, nada te preocupa, nada me preocupa, porque aquí, ahora, en la inmensidad, mientras el viento sopla y el mar se mueve no pasa nada.

Porque a veces simplemente, no pasa nada.




En la playa, un hombre solo, vestido de negro, mira hacia el horizonte. Su entorno manchado de rojo le recuerda a los que ya no están, a lo que se van, a los que se llevan. En la playa un hombre de luto, mira hacia el horizonte.

viernes, 24 de junio de 2011

Yrealidades.

Un hombre mira hacia arriba, gira sobre su propio eje, saca un papel de su saco, lee; el hombre se hace de piedra.

Un hombre camina sobre el pasto, alza la mirada, mira el sol, sonríe, saca de su bolsillo un reloj, mira la hora; el hombre se hace de piedra.

Un hombre sube la escalera, uno, dos, tres escalones, llega hasta arriba, flexiona las rodillas, se rasca la cabeza; el hombre se hace de piedra.

Un hombre camina en círculos, respira hondo, agita los brazos, aguanta la respiración; el hombre se hace de piedra.

Un hombre camina por la calle, se detiene, mira el reloj, otro hombre se acerca con una pistola, le dispara en la cabeza y se va con el reloj; nadie ha visto nada y los que lo han visto no dicen nada, ¿se han vuelto de piedra?

miércoles, 15 de junio de 2011

Hoy sueño.

Hieronymus Bosch - El carro de heno
Hoy sueño porque estás y porque no estás. Hoy sueño porque puedo. Hoy sueño por ti, y por mí. Hoy sueño porque sí y porque no. Hoy sueño porque me alcanza el tiempo. Hoy sueño porque mis sueños se harán realidad, y por qué no. Hoy sueño porque tengo ganas. Hoy sueño porque te vas. Hoy sueño porque tengo sueño. Hoy sueño sin prisas. Hoy sueño con hambre. Hoy sueño contigo. Hoy sueño sin mí. Hoy sueño en blanco y negro. Hoy sueño en cámara lenta. Hoy sueño aquí y allá. Hoy sueño de arena. Hoy sueño de montaña y de mar.  Hoy, sueño.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Obertura del papel arrugado

La luz que entra por la ventana es insuficiente, enfocas la mirada y tratas de leer otra vez en el papel. Es inútil. Te sacudes el polvo de la nariz y te levantas. Miras el reloj sin pila que está colgado en la pared, siguen siendo las 5:30. Llegan ruidos del cuarto de abajo. Luego silencio. Son las 5:30 y no has probado bocado. Para olvidar el hambre te entretienes viéndote los dedos de los pies. Sientes la textura del papel arrugado en tus manos y sonríes. Llegan más ruidos del cuarto de abajo pero no lo escuchas. Sonríes.

La puerta cerrada con llave se agita. Te asustas un poco, pero no lo suficiente. Te acercas a la puerta y pegas la oreja. Silencio. Son las 5:30, todavía. La luz no cambia en esa habitación. Tras la ventana cerrada con tablas sólo se distinguen día y noche, pero la hora no cambia. El reloj dice que son las 5:30. Más ruidos. Hambre. Silencio. Te sientas en el piso, enfocas la mirada y tratas de leer otra vez en el papel. Es inútil. La luz que entra por la ventana es insuficiente.

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Foto: Otro papel arrugado by ~ R-Queso

viernes, 22 de abril de 2011

¡Con razón! (Y sin ella)

Algunas personas gritan, otras prefieren callar. Algunas gritan con razón, otras sin razón. Algunas personas tienen mucho que decir y callan, otras, como yo, contamos historias que la gente finge no escuchar.

Esta es la historia de una mujer que nació pegada al suelo. No tiene padres, nació en una maceta, su destino es tan frío como el rocío de la mañana.

Huérfana 1. — ¿Por qué lloras?
Huérfana 2. — Mira. Mi pan se cayó en el lodo.
Huérfana 1. — No te preocupes, podemos comprar otro.
Huérfana 2. — ¿Tienes dinero?
Huérfana 1. — No.

Pausa.

Huérfana 1. — Si quieres yo te puedo convidar del mio.
Huérfana 2. — Sí.
Huérfana 1. — Aunque está un poco duro.

Pausa.

Huérfana 2. — No importa, está rico. Gracias.

Algunas personas caminan con prisa, otras prefieren quedarse donde están. Algunas corren sin fijarse, otras pidiendo permiso. Algunas personas tienen un lugar a donde ir, otras, como yo, contamos historias que la gente prefiere no sentarse a escuchar.

Esta es la historia de una mujer que nació pegada al suelo. No tiene padres, nació en una maceta, su destino es tan frío como el rocío de la mañana.

Desempleado 1. — ¿Y tu mujer ya está mejor?
Desempleado 2. — No, todavía esta muy enferma.
Desempleado 1. — Ya verás que se pondrá mejor muy pronto.
Desempleado 2. — Sí, sólo necesita unos medicamentos.
Desempleado 1. — El dinero se consigue fácil.

Pausa.

Desempleado 1. — Tengo un reloj en la casa que se puede empeñar.
Desempleado 2. — No te preocupes, no es necesario.
Desempleado 1. — Sólo sería un préstamo.

Pausa.

Desempleado 2. — Sí, el dinero se consigue fácil. Gracias.

Algunas personas tienen mucho que hacer, otras prefieren no hacer nada. Algunas hacen lo que pueden, otras no pueden hacer nada. Algunas personas deberían hacer algo, otras, como yo, contamos historias que la gente sin que hacer prefiere no escuchar.

Esta es la historia de una mujer que nació pegada al suelo. No tiene padres, nunca los tuvo,  nació en una maceta, su destino es tan frío como el rocío de la mañana.



¿Bueno?


Me despierto con un sabor dulzón en la boca. Tomo el teléfono apresurado y con la voz un poco ronca digo "Bueno". Nadie contesta. El frío del suelo me cala los pies, me doy cuenta de que estoy descalzo y regreso a la cama. Cierro los ojos y el teléfono vuelve a sonar. Esta vez no me levanto; son las 7:35 de la mañana, viernes 15 de abril.

Despierto con sabor a licor en la boca. Abro los ojos y veo a la gente alcoholizada que duerme sobre la alfombra, fue una buena fiesta. El teléfono suena y el sonido es muy molesto. Me levanto y tomo el teléfono, ¿Hola? Nadie contesta. Cuelgo y voy al baño. Me siento en el sillón y la chica que dormía allí se despierta y me mira. El teléfono vuelve a sonar, ella sonríe; no contesto. Son las 9:10 de la mañana, martes 18 de mayo.

Me despierto babeando sobre el escritorio, todavía tengo sabor a café en la boca. La luz ya se cuela por la ventana, el teléfono suena, Bueno. Nadie contesta. Cuelgo y me acomodo la corbata. No más trabajar hasta quedarme dormido en la oficina. Tomo mi portafolio y me dirijo hacia la puerta, hoy pasaré el día con mi mujer. El teléfono vuelve a sonar. Salgo de la oficina sin contestar. Son las 8:00 de la mañana, jueves 2 de junio.

Despierto con sabor a pescado en la boca, recargado sobre la pared de un callejón; no más comida japonesa para mi. Mi teléfono suena: número desconocido. Hello. Nadie contesta. Salgo a la calle y miro alrededor. El local de comida japonesa ya está abierto. Tengo hambre y ya es hora del desayuno, una última vez no me hará daño. Cruzo la calle, el teléfono vuelve a sonar: numero desconocido. No contesto, entro en el local. Son las 10:15 de la mañana, miércoles 5 de julio.

Me despierto en el mismo cuarto oscuro de siempre. Busco a tientas el celular que está escondido detrás de un ladrillo de la pared. Marco un número cualquiera, Bueno, oigo del otro lado. Escucho gente fuera del cuarto y me da miedo hacer ruido. Me cuelgan. Vuelvo a llamar pero esta vez no me contestan. Su saldo se ha agotado. Son las 7:15 de la mañana, 14 de agosto. Llevo ya 6 meses encerrado.

sábado, 9 de abril de 2011

Eugenio y Rogelio I



Rogelio. —¿Qué haces, Eugenio?

Eugenio. —Aquí, haciendo mi Twitter.

Rogelio. —¿Y eso? ¿A poco le entiendes, Eugenio?

Eugenio. —Pues no, pero es que este finde no puedo ir al Vive Latino y Los Babasonicos van a estar hablando con sus fans por Twitter.

Rogelio. —Mmm.

Eugenio. —Y también por Facebook por si te interesa.

Rogelio. —Mmm.

Eugenio. —Y no son los únicos, también Los Estrambóticos, Los Bunkers, Los Daniels y hasta Natalia Lafourcade. ¿Sabías que ya somos más de 12 millones y medio de usuarios de Face en México?

Rogelio. —Mmm.

Eugenio. —¿No te interesa abrir tu cuenta de Twitter para estar en contacto con tus artistas, Rogelio?

Rogelio. —No. Yo sí voy a ir al Vive.☺

FIN

viernes, 8 de abril de 2011

Incandescente I

El muchacho se levanta y corre hacia la puerta que divide los dos vagones. El hombre calvo se levanta y saca un arma, apunta hacia el muchacho. A un mismo tiempo el hombre calvo dispara y el muchacho salta contra la puerta. El muchacho se vuelve transparente como un fantasma; atraviesa la puerta y llega al otro vagón, la bala no lo toca, pasa de largo sin herirlo. El muchacho voltea a ver al hombre calvo y sonríe, hace una seña obscena y sigue corriendo. El muchacho atraviesa esta vez uno de los respiraderos del metro y sale al túnel; el metro se aleja.
El muchacho espera. Dos minutos después, salidos de la nada, dos hombres aparecen frente a él. Dos días antes de este día, hubo un accidente de trenes en alguna ciudad del mundo.


sábado, 2 de abril de 2011

Lado Epistolar II

Querida Delia:

Faltan pocos día para que vaya al pueblo y aún no he recibido noticias tuyas. ¿Estarás  debajo del puente junto a la barca cuando yo llegue? Quiero saber cómo estás. No he podido comunicarme con nadie del pueblo.

Me disculpo otra vez por haberme ausentado tanto tiempo. Quiero verte, querida Delia. Espero que estés ahí cuando llegue.

Mi madre ya está completamente recuperada, mi hermano sigue trabajando como herrero, le va muy bien, y yo, ya encontré a alguien que pueda hacerse cargo de la viña mientras no esté. Los días siguen soleados por acá.

Con todo cariño.

Roberto del Faro

PD. Mamá manda saludos para ti y Copo de nieve.
 

lunes, 21 de marzo de 2011

Estático

Hablo con mi soledad, hablo con la pared, la pared me mira, seria, me ignora. ¿Hay alguien afuera? Abro la puerta y me sigo sintiendo encerrado. Miro al cielo, a la luna. La luna brilla sobre mí, lejana, inalcanzable. La luna me invita a soñar, a desaparecer, pero no puedo, no puedo; vuelvo dentro de la casa.

Hablo contigo, pero no me oyes, te has vuelto como de piedra y me miras... no, no me miras, tu rostro de piedra apunta hacia mi, sólo es eso. El tiempo ya no corre.

Me siento en una silla de madera, miro mi máquina de escribir que escurre tinta como si fuera sangre. Los pies se me pegan al piso. Intento escribir, pero las letras se resbalan del papel y saltan por la ventana directo al olvido. Las miro alejarse sin poder levantarme aún de la silla. Abro la boca y de ella sale un extraño mugido. Muuuuuuuuuuuuuu. Muuuuuuuuuuuu. Muuuuuuuuchos segundos después logro levantarme. Mis pies ya no pesan, pero ahora mis rodillas crujen con cada paso.

En el armario hay telas de colores. Trato de vestir la estatua en la que te has convertido, pero las telas pierden color al contacto. Pongo música, no funciona, sólo salen zumbidos del toca discos. Trato de sonreírle a la adversidad y la cara se me vuelve de cera.

Sencillo. Simple. Mediocre. Estático.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Incandescente (Obertura)

Un hombre muy bien vestido baja las escaleras del subterráneo. Camina con seguridad, en una mano lleva un portafolios negro y en la otra un vaso de café caliente. Camina hacia los torniquetes, justo antes de llegar una de las bolsas de su pantalón se rompe y una moneda se cuela por el orificio, cae y rueda por el suelo. Un muchacho que venía caminando detrás toma la moneda y la coloca en el estuche de guitarra de un viejo recargado en la pared que toca Blackbird de The Beatles. El muchacho cruza los torniquetes y sigue caminando hasta el andén que está casi vacío. Espera. El metro entra en el andén haciendo mucho ruido, se detiene y se abren las puertas. El muchacho entra y se sienta. Se pone los audífonos, el sonido de la gente es remplazado por What a waster de The Libertines, levanta la mirada. Un hombre calvo está sentado frente a él, el hombre calvo levanta la cabeza, lo mira y sonríe. Silencio.

Lado Epistolar I

Querida Delia:

Quiero disculparme por haberme ausentado tanto tiempo, pero he de ser franco y decir que no tuve el valor de mandar las tres últimas cartas que escribí. Se que debiste haberte preocupado y que nada justifica mis acciones, pero hay algo que debo decirte y no creo poder hacerlo por este medio.

Mi madre ya está mejor, mi hermano encontró trabajo como herrero y yo me he estado haciendo cargo de la viña de papá. Los días son soleados por acá.

Quiero verte, Delia. Estaré en el pueblo la siguiente semana y me gustaría encontrarme contigo debajo del puente, junto a la barca. Por favor escríbeme antes para saber cómo estas.

Afectuosamente.
        Roberto del Faro

PD. Mamá manda saludos para ti y Copo de nieve.

lunes, 14 de marzo de 2011

Lento

Cae la noche, mis pies se mueven lentos por la calle, me muevo calle abajo, sin mucha energía camino, me muevo bajo la noche; cae la noche, y mis esperanzas caen con ella. Las calles están vacías, mejor así. Otro día buscando trabajo, otro día sin encontrarlo. Cuatro largos años de estudios parece que no son suficientes, nunca es suficiente: que si no tengo experiencia, que si soy muy joven, ¿cómo ganar experiencia si nadie me deja empezar? Sigo caminando.
El tiempo pasa lento, hace frío y aire, mucho aire. Envolturas de basura pasan a mi lado arrastradas por el viento, hacen ruido como burlándose de mi. Llego a mi casa y abro la puerta, la nada me recibe con una sonrisa. Para la cena hay cheques y sobres de cosas por pagar, paso de largo, me voy a la cama sin cenar. Me tumbo en la cama todavía con el traje puesto. Miro mi reloj y calculo cuantas horas podré dormir antes de tener que levantarme, cinco horas. Las manecillas del reloj se caen de cansancio.

viernes, 4 de marzo de 2011

¿Y la calle Madero?

Astronauta. —Disculpe, ¿La Calle Madero?

Cartero. —Siga derecho.

Astronauta. —¿Por allá?

Cartero. —¿No es de por aquí, verdad?

Astronauta. —Digamos que viajo mucho.

Cartero. —Yo también viajo mucho, soy cartero. ¿Usted dónde ha estado?

Astronauta. —En la Luna.

Cartero. —No entiendo.

Astronauta. —Soy astronauta.

Cartero. —¿De verdad? Nunca lo hubiera imaginado.

Astronauta. —¿Le sorprende?

Cartero. —Sí, no tiene cuerpo de astronauta, es decir... los entrenan ¿No?

Astronauta. —(Ofendido) Usted que va a saber, es sólo un cartero ¿No?

Cartero. —Pues nunca habré estado en la luna, pero al menos no estoy perdido.

Astronauta. —Yo tampoco estoy perdido.

Cartero. —Bueno, pues con permiso. Tengo trabajo. (Sale)

Astronauta. —¡Hey, disculpe! ¿Y la calle Madero?


jueves, 3 de marzo de 2011

Yo tampoco

Mira el espiral de colores, no se detiene. Escuchas un sonido que viene de arriba, es fuerte, tremendo, no se detiene. Hay un olor que llena el lugar, sientes que no cabes, te empuja, te saca, no se detiene.
¿Has visto sueños caer por la escalera? Son muy variados, uno incluso sonreía, era muy mágico.
Tranquilo, cuenta hasta tres, espera, aquí viene otra vez. ¿Puedes verlos correr por la pradera? No se detiene.
Hace calor, el tic-tac del reloj, un segundo más, espera, quítate los zapatos antes de entrar. Se hace tarde. Mis ojos están cansados. No hay tiempo para descansar. Llena la maleta otra vez, que comience el viaje. El piso está pegajoso, son sueños diluidos.  No te detengas o te quedarás pegado. ¿No me crees?
Cierra los ojos, la luz es muy fuerte, podrías quedarte ciego. ¿Te gustan los colores? No te culpo.
Huele la madera vieja, sucia, un poco podrida tal vez. Ha pasado mucho tiempo. No eres tan joven como crees. Ni yo tampoco.
Si estás tan cansado abre la ventana, tira los sueños y corre. ¿Has visto sueños estrellarse contra el piso?

Jackson Pollock

domingo, 27 de febrero de 2011

De dos enamorados que se dan cuenta de que están en una obra de teatro.

Acto II

Escena VI

Es de noche. La luna brilla sobre el bosque. Se oyen trompetas a lo lejos.

Hortensia. —Hay que correr, ningún lugar es seguro.

León. —¿Por qué estás tan espantada? No tiene sentido.

Hortensia. —¿Qué no oyes las trompetas? Viene por nosotros, quieren nuestras cabezas.

León. —Haces conjeturas, estás nerviosa.

Hortensia. —Aquí pueden encontrarnos. ¡Vámonos!, el fin está cerca.

León. —No, ésta obra es de tres actos y estamos en el segundo.

Hortensia. —(Asustada) ¿Tú también ya lo sabes?

León. —¿Qué cosa?

Hortensia. —Que estamos en una obra de teatro.

León. —Sí, me di cuenta en la escena pasada.

Hortensia. —Vámonos León, se hace tarde.

León. —¿A dónde?

Hortensia. —(Más asustada) No sé, fuera de escena, a dónde sea. (Se oyen caballos a los lejos) Vámonos ¡Vámonos!

León. —¿Qué tienes Hortensia, por qué estás tan asustada? (Trata de sujetarla de los brazos)

Hortensia. —Nada, nada, vámonos. (Se cubre el pecho)

León. —¿Qué ocultas?

Los dos forcejean. Del vestido de Hortensia caen las hojas que traía ocultas.

Cambio de luz.

León. —¿Qué es eso?

Hortensia. —Nada, nada. (Recoge las hojas con manos torpes)

León. —¿Es el libreto de la obra verdad? (Las trompetas suenan más fuerte, ladran los perros.)

Hortensia. —(Desesperada) Vámonos, es muy tarde, ¿Qué hora es ya? ¿Qué escena es esta? Mira, las luces han cambiado ya, debe ser la escena VI...

León. —Dame el libreto, Hortensia.

Hortensia. —No, vámonos León, se hace tarde, el claro debe estar cerca.

León. —¡Quiero leerlo! (Voces que se acercan. Los perros ladran más fuerte)

Hortensia. —¿León, me amas?

León. —No es el momento, Hortensia, muéstrame el libreto.

Forcejean. León se hace con las hojas. Cambio de Luz.

Hortensia. —(Llorando) Se hace tarde...

León. —(Mira las hojas confundido y lee) "Los sonidos exteriores aumentan...

Los sonidos exteriores aumentan.

León. —...León y Hortensia llegan a un claro. La luz cambia...

León y Hortensia llegan a un claro. La luz cambia.

León. —...Las trompetas resuenan en lo alto. Dos hombres a caballo con ballestas en mano entran a escena...
 
Las trompetas resuenan en lo alto. Hortensia cae de rodillas desconsolada.
 
León. —...para matar a León."
 
Dos hombres a caballo entran a escena. León los mira. Los hombres levantan sus ballestas.
 
Oscuro.


Orilla del Bosque de Franklin Álvarez Tunqui


jueves, 24 de febrero de 2011

Sin tiempo :O

No he tenido mucho tiempo por el trabajo en la Facultad así que, de momento, aquí les dejo pinturas que encontré haciendo mi tarea de Producción.

El nacimiento de Venus de William-Adolphe Bouguereau

Pasris desde mi ventana de Chagal

Venus y Adonis de Francois Lemoyne

Dante y Virgil en el infierno de William-Adolphe Bouguereau

Faetón de Gustave Moreau

sábado, 19 de febrero de 2011

Un fragmento de algo.

El teléfono suena insistentemente.

El pollo. —Ya contéstale, lleva buen rato marcando.
Poncho. —¿Para qué? Nadie me escucha.
El pollo. —Mmm, otra vez ya te pusiste de existencialista.
Poncho. —Bueno ya, no me juzgues.
El pollo. —Que tal que ya es otra persona.
Poncho. —Pues contesta tú.

El teléfono se detiene. Oscuro.

Sargento. —Pues no sé tú, pero a mi esto de ser personaje de una obra de teatro como que no me gusta.
Vaquero. —No es una obra de teatro, sólo es un fragmento de algo.
Sargento. —De todos modos, no me gusta que alguien me diga qué hacer y qué pensar. En escena hay una mesa con un florero vacío y una hoja de papel en blanco.
Vaquero. —No es tan grave. Mira, una mesa.
Sargento. —¿Para qué estará ahí?
Vaquero. —No sé, ¿elementos escenográficos?
Sargento. —¿Será utilería o atrezzo?
Vaquero. — Vaquero toma el florero y lo mira con una sonrisa. Utilería.

Oscuro.

Sargento. —No me gusta esto de ser personaje de "teatro".

lunes, 14 de febrero de 2011

Luces rojas y azules

Hoy hace frío, no más ni menos que otros días. Nada parece extra especial. Como una paleta distraídamente tratando de pensar en lo que haré cuando llegue a casa. El palito de la paleta brilla en una luz azul fosforescente. Hay poca gente y alcanzo lugar en el metro. Hoy parece ser un buen día, es decir, nada especial, sólo un buen día.

Nos movemos entre los túneles. Hago berrinches cada que el metro se detiene, aún cuando sólo sea por unos momentos; nunca parece haber una razón lo suficientemente buena como para que el metro se detenga entre los túneles.

Hoy en la mañana tuve tiempo de hojear los periódicos; descabezados y muertos ocupaban la primera plana. Accidentes, incidentes, delincuencia. No sé si debería sorprenderme, a veces no sé.

Llegamos a la estación que termina en Z. Al salir voy distraído, a penas echo un vistazo a las personas que van a mi alrededor; a veces me pregunto porque nadie corresponde mis miradas. La luz roja del metro se desvanece a lo lejos. Luces rojas y azules que acompañan mi camino.

El palito azul de mi paleta juega con mis dedos de camino a la salida. Miro el suelo mientras camino, no porque no valga la pena levantar la mirada, sino porque algo en el andén que acabo de dejar abajo llama mi atención; un zapato negro, y a su lado un cuerpo sin vida cubierto con un plástico que refleja una triste luz azul hacía la noche no más fría que otras noches.

Los muertos saltan del papel de periódicos que no leo y se cruzan en mi camino. Hay policías y yo sigo caminando. A la salida del metro escucho voces, "fue un asalto" "todavía no han quitado el cuerpo", el cuerpo del crimen.

Las luces rojas y azules de patrullas pasan frente a mis ojos. A veces me pregunto si lo que escribo se parece más a la ficción o a la vida real. A veces me pregunto porque esto no se queda en la ficción, en el papel, o entre los escritos de un blog. A veces me pregunto. Y mientras me pregunto, pasan frente a mí luces rojas y azules.

domingo, 13 de febrero de 2011

Fundamental (2)

Tres personajes acomodados en un triángulo que apunta hacia el público, en la punta del triángulo está el personaje 1. El engrane del cuadro anterior ha desaparecido. Sobre el fondo del escenario se proyecta la imagen del engrane roto. Los personajes no rompen el triángulo.

Cuadro 2

2. —¿Y él? ¿Ya no habla, verdad?

3. —Dice que ha decidido callarse, dice que no necesita palabras, dice que la palabras lo traicionan, dice que lo engañan. Eso dice... o decía.

2. —¿Y su madre?

3. —Está desconsolada.

2. —¿Y su esposa?

3. —Lo ha abandonado.

2. —¿Y sus hijos?

3. —Piden pan y no les dan.

2. —¡Qué desgraciado! ¿A qué se dedica?

3. —Era escritor. Escribía en periódicos, escribía en revistas, en cuadernos, tenía un diario, escribía en las paredes, escribía libros, escribía en la arena, escribía hasta en el cielo.

2. —¿Y luego que pasó?

3. —Nadie le entendía, así que decidió, dejar de escribir y de hablar.

2. —¿Era rico?

3. —No, la escritura no deja.

2. —¿Y entonces a qué se dedica? ¿De dónde saca dinero para sus hijos?

3. —Ahora... Ahora se dedica contar el tiempo.

2. —¿Y por qué lleva una venda en la boca?

3. —Es su huelga contra el entendimiento.

2. —¿Y qué, la única manera de entenderse es con palabras?

3. —No, pero él no lo sabe.

2. —¡Desgraciado! ¿Crees que vuelva a hablar?

3.- No creo, dice... dice que las palabras lo han traicionado, eso dice... o decía.


sábado, 12 de febrero de 2011

Fundamental

Dos personajes. Un hombre y una mujer, aunque no como cualquiera. Parados sobre un engrane que gira mientras ellos hablan. Cuando termina el cuadro el engrane se rompe. El primero en hablar es el hombre.

Cuadro 1.

—¿Cómo decir algo cuando no encuentras las palabras exactas para decirlo?

—Entonces te callas.

—Sí, temiendo que suene demasiado vulgar.

—No te creo.

—Nunca lo haces.

—Me insultas, sabes. Me insultas cuando dices que no tienes nada que decirme.1

—No he dicho eso. Sólo no sé como ponerlo en palabras. Ya ves, algunos lo tomarían como algo muy romántico; pero tú lo tomas como un insulto.

—Pues estoy harta...

—(Sincero) Te detesto.

—¿Y para eso me trajiste aquí?

—Te detesto, pero me gustas. Me gusta detestarte.

—Sínico.

—No, esa no era la palabra.

—Arrojas la piedra y escondes la mano. Típico de ti.

—Sólo no era la palabra. ¿Por qué te ofendes?

—Y todavía me lo preguntas.

—¿Cómo decir algo cuando no encuentras las palabras exactas para decirlo?
............................
1.- Referencia a Caricias de Sergi Belbel.



domingo, 6 de febrero de 2011

1, 2, 3, 4.

Cuadro en una Ciudad grande. Cuatro hombres sentados a la mesa en un restaurante. Nadie habla.  Ruido de conversaciones ajenas y cubiertos que chocan contra platos de cerámica.

Hombre 1: (Se percata de los silencios incómodos. No hace nada; sigue comiendo su ensalada.)
Hombre 2: (No se percata; sólo se preocupa por no mancharse la camisa con salsa.)
Hombre 3: (No habla, pero levanta la mano para llamar al mesero.)
Hombre 4: (Apenas toca su comida)

Hombre 1: Creo que...
Hombre 2: No.
Hombre 3: ¿Dónde está el mesero?
Hombre 4: Yo prefiero no comentar.

Los cuatro hombres siguen en los suyo.

Hombre 1: Me gusta tu corbata.
Hombre 2,3,4: Gracias.

Hombre 1: Vivir es más fácil con los ojos cerrados...
Hombre 2: No, esa es una canción de los Beatles.
Hombre 3: ¿Alguien ha visto al mesero?
Hombre 4: A mi me gustan.
Hombre 1, 2, 3: ¿Qué?
Hombre 4: Los Beatles.

Pausa incómoda.

Hombre 1: Yo le dije que era lo correcto...
Hombre 2: ¿Ya vas a empezar?
Hombre 3: Que mal servicio dan aquí.
Hombre 4: La próxima vez comemos en otro lado.
Hombre 1, 2, 3: ¿La próxima? (Miran al Hombre 4, extrañados)

Hombre 1: Lo más sensato sería...
Hombre 2: ¿Sensato según quién?
Hombre 3: Me vio. Me vio pero me ignoró.
Hombre 4: ¿Alguien quiere pescado?
Hombre 1, 2, 3: No gracias.

Hombre 1: Ayer cuando la vi...
Hombre 2: ¿Seguro que fue ayer?
Hombre 1: ¿Vas a dejarme terminar una oración?
Hombre 4: No es necesario que te molestes.
Hombre 3: Ya estoy molesto. Me ignoró.

Pausa.

Hombre 1: No me gusta estar dando rodeos.
Hombre 2: No lo necesitas.
Hombre 3: Falta poco, supongo.
Hombre 4: Se hace tarde.

Hombre 1: El punto es...
Hombre 2: Por fin.
Hombre 3: Sí, por fin.
Hombre 4: ¿Qué?
Hombre 3: Ya viene el mesero.
Hombre 1, 2, 3, 4: La cuenta, por favor.


miércoles, 2 de febrero de 2011

Volví a soñar contigo

"¿Es posible extrañar a alguien que no conoces?"
Me pregunto otra vez y doy vuelta en la cama sin poder dormir. Volví a soñar contigo.

"Perdón, ¿Nos conocemos?"
Me dices y me miras extrañada mientras yo apenado miento y te digo "Perdón, te confundí".

"Te extraño"
¿Tiene eso algún sentido para ti? No lo creo, con trabajos lo tiene para mí.

"¿Un poco más de café?"
No gracias, estoy bien. Juro que no sabía que trabajabas aquí como mesera; sólo tuve suerte.

"¿Cómo te llamas?"
No pienso contestar. El teléfono suena. No quiero contestar; no vale la pena, se que no eres tú. El teléfono se calla.

"¿Volveremos a vernos?"
Nadie contesta; estoy solo dando vueltas en mi cama. No hay nadie que conteste. ¿Saldremos algún día?

"No, gracias"
Eres cortés. Eso es innegable. Háblame sobre ti.

"¿Me llamabas?"
¿Podrías traerme un poco más de café? No sé mentir; y lo sabes. Debería invitarte a salir.

"¿Es posible extrañar a alguien que no conoces?"
Te extraño. Hoy volví a soñar contigo.

Muchacho en la ventana de Saul Landell

martes, 1 de febrero de 2011

A los pies de Atenea

De vuelta a mi irrealidad: la Facultad de Filosofía y Letras, el Colegio de Literatura Dramática y Teatro.

Cuadro 1

(Diálogo en oscuro)
—¿Y yo qué hago aquí?
—¿No te lo han dicho?
—No.
—No tardarás en enterarte.
—¿Tú quién eres?
—Créeme, no querrás saberlo.
—¿Estoy muerto?
—Todavía no.
—No me quiero morir.
—Todos estamos muertos ya de alguna manera.
—No recuerdo mi nombre.
—Te llamas Pedro.
Pedro. —¿Cómo lo sabes?
—Créeme, no querrás saberlo.
Pedro. —¿Por qué está tan oscuro?
—Es que tienes los ojos vendados.
Pedro. —¿En serio?
—Intenta quitarte la venda.
Pedro. —(Lo intenta) No puedo. Tengo miedo.
—Eres un hombre sensato Pedro.

Fin de Cuadro 1

Cuadro 2

(Diálogo)
—Si alguien te encuentra aquí...
—Tranquilo, nadie se va a enterar.
—Te matarán, y a mi también.
—Te matarían de todos modos.
—¿Cuánto tiempo te quedarás?
—No sé, hasta que encuentre algún lugar mejor.
—Ya no quedan muchos lugares.
—Lo sé; fue una suerte encontrarte.
—Debes ser cuidadosa, no quiero que corramos riesgos, mi familia...
—Tu familia estará bien, seré cuidadosa.
—¿Cómo te llamas?
—Será mejor que no lo sepas.
—Debo irme.
Desconocida. —Gracias por dejarme quedar.

Fin de Cuadro 2

Going West de Jackson Pollock

viernes, 28 de enero de 2011

No mires mientras los conejitos observan

Tal vez la casa más grande que he visto en toda mi vida, te lo juro, era enorme. Y tan elegante. El mayordomo, sí, tenían mayordomo, me preguntó que si quería algo de tomar; yo amablemente contesté que tomaría una limonada, y la Sra. Villanueva, que usaba unas joyas bellísimas dijo que tomaría un té helado, ¿te figuras? ¡Un té helado! Nos sentamos en el jardín a esperar nuestras bebidas, la Sra. Villanueva se movía con una delicadeza envidiable. Me preguntó que si me gustaba jugar al cricket, yo por supuesto contesté que sí, aunque aquí entre tú y yo, no se jugar. Le dije que mi marido y yo nos reuníamos todos los domingos con unos amigos de mi papá para jugar, sí, le dije que estaba casada, tal vez no debí mentir en eso.

La limonada estaba riquísima, tan fresca y tan elegante, todo es elegancia en esa casa. Por eso le dije a la Sra. Villanueva que estaba casada y que sabía jugar al cricket. Te aseguro que tú hubieras hecho lo mismo, aunque claro que tú no tendrías que haber mentido en lo del matrimonio. ¿Qué? ¿También juegas al cricket? ¡Quién lo hubiera imaginado! Tendrás que enseñarme un día de estos.

Después de las bebidas caminamos por el jardín, estaba lleno de hermosas flores. Me preguntó qué a que me dedicaba, yo le dije que era diseñadora de una revista importante, ella me preguntó que de cuál, yo le dije que trabajaba en la revista Mensonge, y que antes había trabajado en Pas Vrai. El sol era muy cálido, caminamos por horas.

En el jardín también había conejos blancos. Yo me puse un poco nerviosa porque nos miraban mientras caminábamos. Esos conejos me recordaban algo, pero no se qué. Después del paseo volvimos a la casa, era tarde y la Sra. Villanueva me ofreció quedarme en alguna de las múltiples habitaciones de la casa, que mañana me conseguiría un coche para que me llevara a casa. La habitación era lujosa y estaba muy bien alumbrada con candelabros, y lámparas en forma de rosa. La cama era tan suave.

Al día siguiente desayunamos wafles y leche de chocolate. Estaban deliciosos. Pero eso, te lo contaré después.

La mujer joven deja de hablar con la muñeca de trapo y la pone sobre el buró junto a la cama, se quita las pantuflas de conejo y se mete entre las sábanas blancas. La enfermera camina por el pasillo.

jueves, 27 de enero de 2011

De golpe..

Entró temblando en la habitación. Cerró la puerta tras de sí, estaba agitada, su corazón latía con desenfreno y un frío sudor escurría por su frente. La habitación estaba casi vacía salvo por una cama sucia y una mesita a un lado, sobre la mesita había una pequeña vela encendida que acariciaba la oscuridad. Antes de que pudiera tomar la vela, una ligera briza proveniente de la ventana abierta la apagó con un golpe. Con un sobresalto la pobre chica corrió hacia la ventana para cerrarla; por la ventana no se veía nada ni a nadie. La puerta se abrió de golpe.......


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