sábado, 31 de diciembre de 2011

Y un gran camino por delante.

Y mamá destruye la casa,
tratatatatatatatatatatatatatata, una y otra vez contra las paredes, vidrios por todos lados, Penny el perro sale corriendo de la casa para salvar su vida, los cuadros se caen y las figuras de porcelana explotan,
tratatatatatatatatatatatatatata, cada vez más rápido,
tratatatatatatatatatatatatatata, cada vez más fuerte,
tratatatatatatatatatatatatatata, cada vez, más cerca.
Nos miramos, ella ruge, a mí... se me resbala la mano y me mojo con la leche del cereal.

-Mandé, mamá.
-Nada.

Mamá sostiene el pincel con delicadeza y traza otra línea en el lienzo, yo, bueno, yo me dejo llevar por mi imaginación mientras me como el cereal. Creo que puse demasiado cereal colorido en el plato, ahora la leche está pintada de un morado extraño y los cerealitos deformes flotan como cuerpecillos a la deriva. Intento rescatarlos con la cuchara, no tengo corazón, ni estómago, para devorarlos en ese estado, ¡Penny!

-¿Ya terminaste?
-Sí, saldré en bicicleta.

Voy por la carretera, acelero, una explosión a mi derecha, acelero, tomo el arma y disparo una y otra vez porque mi vida depende de ello, explosión a mi izquierda, más disparos, la tierra se levanta como en un remolino, giro, derrapo, y... ¡Ay no! ¡Arbustos! Me caigo de la bicicleta y verifico que es verdad lo que afirman todos, en esta parque ya no hay tanto pasto como antes. Ahora estoy lleno de tierra y derrotado.

-¿Estás bien pequeño?
-Sí, señora, no se preocupe.

Subo a mi vehículo y continúo con mi viaje. A lo lejos se levanta una muralla, bajo de mi caballo y saco la espada, una criatura se interpone en el camino, escupe fuego y tiene ojos como de sapo, levanto la espada, estoy listo para la batalla...



miércoles, 28 de diciembre de 2011

Aún con los ojos cerrados...

Si tuvieras que pensar en la cosa más triste que te ha pasado en la vida, ¿pensarías en mí?

Aún sin cerrar los ojos. Aún con las manos temblando. Aún.

Cada vez tengo más miedo de mirar el espejo, porque ahí dentro está encerrado el hombre en el que no quiero convertirme. Cada vez tengo más miedo de mirarte a los ojos, porque en tus ojos está encerrado el hombre que alguna vez fui.
Miro hacia adelante y pienso en los lugares a los que no podré volver. El pasado sigue ahí, mirándome. Sigue ahí, brillante, incandescente.
A veces me cuesta trabajo mirar hacia atrás. Lo que he sido, lo que soy. A veces hay algo que me lo impide. A veces soy yo mismo. Algo que me detiene; me detengo. A veces. Y a veces, sólo necesito abrir los ojos.

Pero hoy no puedo. Aún con los ojos cerrados, me detengo, sin ir hacia adelante ni hacia atrás. Con los ojos cerrados espero en la oscuridad. Con miedo.
Una luz se filtra por entre las sombras. Toca la punta de mi zapato. La punta de mi corbata. Me cala en los ojos aún cerrados. Se apaga.

Me recuerdo caminando hacia tu puerta, con flores en la mano, pisando las hojas secas. En la esquina me detengo. ¿Sigues ahí esperándome o te has ido? Te has ido.

Un recuerdo en el bolsillo.

Sigo en la oscuridad, inmóvil, con los ojos cerrados. Te recuerdo, hermosa, aún con los ojos cerrados.
Te recuerdo en la tina, vestida de rojo. Me recuerdo frente a tu puerta con flores en la mano. Te recuerdo con los ojos cerrados.

Si tuvieras que pensar en la cosa más triste que te ha pasado en la vida, ¿pensarías en mí?

viernes, 23 de diciembre de 2011

No una cena de Navidad.

La cena ya casi está lista. La ventana abierta deja que el aire se cuela y me haga compañía. Espero.
Cuando llega Roberto con las bolsas de papel y una sonrisita en la cara, el aire sale para no hacer mal tercio. Cierro la ventana.

R. Pensé que no eras muy de cenas de navidad.
Yo. Son las 11:30PM, tengo hambre y no hay razón para no cenar juntos a la luz de las velas. No pienses que es una cena navideña; no pondré platos finos ni preparé nada especial, es sólo pasta para cenar.
R. Entonces está bien, supongo.

Saco el pan de las bolsas y el vino. Pasta, mantequilla, la luz de la velas, platos de plástico y su sonrisita.
Este no será un momento mágico de Navidad, porque no hay nada navideño aquí, sólo nosotros y al aire a nuestro alrededor. Un aire de ciudad, un aire de nosotros. Así, sin pensar en la Navidad, solos, en una noche más, podremos repetirlo en cualquier noche del año. Sin el pretexto de que sea Navidad, con el pretexto de nosotros. Te quiero a ti, no una cena de Navidad.

jueves, 15 de diciembre de 2011

En un suspiro

Y su cuerpo se agita estrepitosamente bajo las luces rojas y amarillas. Sus brazos sin ritmo, y su cabeza alocada. Su cabello es una llama negra en la pista de baile.

Respiro. Tomo un trago. Miro el reloj. Carraspeo. Regreso.

La música se vuelve eterna bajo sus tacones. Sus ojos se cierran y sus labios tararean mientras baila. Nadie la mira, sólo yo.

Respiro. Tomo otro trago. Miro el reloj. Miro la puerta. Carraspeo. Regreso.

Sus piernas, que ya no son tan largas, se tambalean, pero ella no cae. La música sigue. Entre la multitud ella sigue bailando. Baila, o hace algo que se le parece.

Respiro. Tomo otro trago. Miro el reloj. Miro la puerta. Carraspeo. Cierro los ojos. Regreso.

Tiene el aire de esas personas que no necesitan excusas ni pretextos. Parece que apenas respirara. Su cuerpo se agita, y su respiración también.

Respiro. Uno. Sirvo otro trago. Miro el reloj. Dos. Miro la puerta. Carraspeo. Cierro los ojos. Me voy. Tres. Ella cae. La música, continúa.


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