jueves, 20 de mayo de 2010

La gente dice que estoy loco...

Otra vez desperté asustado, creo que alguien me observa. Me encojo entre las sábanas tratando de recordar mi sueño, pero no puedo; hace tanto que no puedo. Doy vueltas en mi cama tratando de volver a dormir pero es casi imposible, ya es de día y la luz atraviesa la ventana, inundándolo todo, rebotando en las paredes blancas de mi habitación. Se escuchan ruidos en el corredor, no entiendo de que se trata pues yo vivo sólo. Desde que mis padres se fueron hace ya casi dos años, no he recibido visitas y sin embargo los ruidos en el corredor aumentan.

Sin fuerzas logro levantarme de la cama, busco mis sandalias debajo de la cama y por alguna razón no están. Mis pies descalzos resienten el suelo frío, llego hasta la ventana y veo a mis vecinos jugando al cricket. Mi corazón se acelera, alguien toca la puerta y desde afuera grita: "Es hora." ¿Cómo es que lograron entrar?, me acerco a la puerta pero antes de alcanzar la manija vuelven a tocar con fuerza, pregunto: "¿Quién?" Nadie responde. Me duele el brazo, lo toco con la mano y veo que esta lleno de piquetes como de agujas, mi cuarto se ve más pequeño que de costumbre, me mareo, la puerta se abre de golpe y una mujer vestida como enfermera entra en mi habitación.

Despierto asustado, creo que alguien lleva días observándome, trato de encogerme entre las sábanas pero no puedo porque mis brazos están atados. Un mar de ideas horribles cruza mi cabeza, creo que me secuestraron. ;iro a mi alrededor y sólo veo paredes blancas. Se escucha ruido en el corredor, desde afuera alguien toca y dice: "Es hora". No puedo levantarme, el sol entra por la ventana y lo ilumina todo. Miro hacia el techo y pienso "¿Dónde estás?"

viernes, 14 de mayo de 2010

Rutina (2)

Rutina diaria, prendo el calentador, saco un traje del armario, me meto a la ducha, me visto, me pongo unos zapatos lustrados y una fea corbata, me miro en el espejo y un hombre cansado aparece al otro lado y me devuelve la mirada, me afeito y me acomodo el cabello, bajo por las escaleras y después de tomar el periódico me dirijo a la cocina para preparar el desayuno, ya son las ocho cuarenta y cinco de la mañana.

Abro el periódico en la sección de empleos y lo pongo sobre la mesa de la cocina, preparo el desayuno con esmero, saco la basura y saludo a los vecinos, la triste rutina, regreso a la cocina al mismo tiempo que Eleanor, ella me sonríe y me da un beso indiferente en la mejilla – Se me hace tarde – me susurra en el oído, busca unos papeles en su portafolios y apresura una taza de café mientras el desayuno se enfría sobre la mesa, ella tiene que mantener la casa mientras yo estoy desempleado argumenta; sale de la casa, entra a su auto y enciende el motor, yo la miro desde la ventana, me sonríe y yo le sonrío a ella y agito mi mano para despedirla, son las nueve de la mañana. Apenas el auto desaparece por la acera mi mano cae pesadamente y mi falsa sonrisa se me borra de la cara, me dirijo a la alacena, nueve y diez de la mañana, la cansada rutina.Mecánicamente mis manos abren las puertitas de madera y sacan una pesada caja de galletas, la abren y sacan un frío revolver que se estremece bajo mis manos...

miércoles, 12 de mayo de 2010

Walking down the street



Hoy me despertaron los rayos brillantes del sol al entrar por mi ventana. Abrí los ojos y lo primero que vi fue ese bonito oso de peluche color almendra que me regalaste cuando cumplimos un año. Me levanté y fui a mirar mi calendario, una fuerte emoción invadió mi corazón al recordar que nos veríamos justo hoy en el Café Caresse, así que, sin perder más tiempo, me metí en la ducha. El agua recorría mi cuerpo, el vapor jugaba con mi cabello y yo no podía dejar de pensar en ti y en el tiempo que faltaba para vernos otra vez. Salí de la regadera envuelta en mi toalla rosada, me sequé cuidadosamente todo el cuerpo y me puse mi vestido azul y malva, mis zapatos también azules y esos aretes de gatito que tanto te gustan.

Salí de la casa y comencé a caminar calle abajo camino al café, el cielo azul y el canto de las aves auguraban que hoy sería un día perfecto. Vi a la Sra. Escobedo pasar en sentido contrario al mío, me saludó con una sonrisa y luego siguió su camino alejándose calle arriba, el sonido de sus zapatos verdes se oía por toda la calle. Los negocios ya estaban en funcionamiento, el mostrador de la florería estaba completamente cubierto con flores de todos colores, el Sr. Solíz ya cargaba las botellas de leche y las señoras rumbo al mercado ya se veían desfilar cargando sus canastas tejidas. Yo caminaba cada vez más aprisa contando los pasos que me faltaban para llegar. Estaba tan distraída pensando en ti, que ni me di cuenta cuando un gran camión anaranjado dio la vuelta en la esquina que acababa de dejar atrás; en la tienda de la esquina opuesta había visto un reloj dorado de bolsillo como esos que tanto te gustan y pesando que podría sorprenderte corrí a comprarlo. No me dí cuenta cuando las luces del semáforo cambiaron de color,  crucé corriendo la calle; el camión no alcanzó a frenar a tiempo.

Un grito, y luego, mi cuerpo cayó sobre el frío y gris pavimento, un hilo rojo de sangre comenzó a brotar de entre mis castaños cabellos. El sonido de las sirenas se acercaba y en mi cabeza ya vacía, aún corrían esos recuerdos tuyos. Faltaba tan poco para llegar a tu lado.
Una mujer envuelta en un rebozo amarillo se acercó horrorizada a mi cuerpo que yacía ya sin vida,
tomó mi celular que había salido volando, y rápidamente buscó un número para anunciar la terrible noticia de mi muerte. Faltaba tan poco. Perdóname.
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Esa mañana me desperté temprano, me metí a la ducha y me puse mi camisa favorita, salí de mi casa y llegué temprano al Café Caresse, aparté la mesa donde había quedado de verme contigo y pedí un café. Tomé asiento y di un trago a mi café, esperándote, anhelando tu llegada. Apenas di el primer sorbo mi teléfono celular comenzó a sonar, lo saqué de mi pantalón y vi que era tu número. Una sonrisa se dibujó en mi cara, no podía esperar para escuchar tu voz....

Rutina

Lunes, ocho de la mañana, inicio de semana. Otro día frío y aburrido como siempre.

El sonido del despertador inunda el cuarto como un zumbido y me arranca de mis sueños. Hay días en los que al despertar veo a la muerte recostada a mi lado y lo único que se me ocurre decir es -Apaga el despertador- Pero ahora es ella la que me indica a mí que lo apague, y yo con desgane, le obedezco sin chistar. Con una fría mirada me invita a imitarla y levantarme de la cama, la bella y pálida dama con la que amanezco todos los días, la muerte, la muerte tiene nombre, es mi esposa, Eleanor. -¿Tendrás una entrevista de trabajo hoy?- me pregunta, no deja de molestarme desde que perdí mi empleo, un empleo mediocre en un despacho mediocre -Sí- le contesto, sus dulces labios dibujan una sonrisa burlona y luego sale de la habitación.

Rutina diaria, prendo el calentador....

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